JOSÉ BECERRA
La situación política del país va de mal en peor. Es algo que se masculla en la calle, también en las de los pueblos de la provincia malagueña, como no podía ser de otra manera.Una evidencia que no necesita demostración: el enfado con los que deberían preocuparse del bienestar del ciudadano y salvaguardar sus derechos y prerrogativas crece por momentos; no hacen sino tirarse los trastos a la cabeza o protagonizar acciones vergonzantes. Una lucha despiadada para conseguir el poder a toda costa es lo que subleva al españolito de calle que muy para sus adentros o viva voz clama inútilmente aquello de “qué hemos hecho para merecer esto”.
Rajoy se aferra al poder desesperadamente pese a que sus ofertas a Pedro Sánchez no consiguen sino un “no” rotundo y continuado. No hay manera de conseguir el beneplácito del socialista, pese a las reiteradas amonestaciones de los barones del partido que abogan por un entendimiento. Mucho es de temer que ante esta situación el presidente en funciones tenga que hacer mutis por el foro. Y otro tanto podría ocurrir con el líder socialista si se mantiene en sus treces de tender los brazos a Podemos y, por lo mismo a los independentistas catalanes. Nadie da su brazo a torcer, y mucho menos las huestes de Podemos, ahora encolerizados por su colocación en el “gallinero” del Congreso.
Lo cierto es que a los populares las cosas no le están viniendo bien. En un momento tan álgido para el partido se destapa la pestilente trama de corrupción descubierta ahora en la Comunidad valenciana y que les salpica, ¡y de qué manera! Si difícil lo tenía Rajoy más lo va a tener por los últimas circunstancias acaecidas. Se sabe que incluso en su ámbito familiar ha tenido que escuchar recomendaciones de que tire la toalla y dé un paso atrás sabedores de ha cumplido con creces su misión y que, con muy buen tino, deja una España muy diferente a la que en su día encontró en lo económico y en lo social por mucho que se aferren en afirmar lo contrario sus detractores.
Señores políticos, tienen que saber que la ciudadanía se impacienta, que es perentorio que se forma ya un Gobierno estable, que no valen más componendas ni subterfugios porque nos estamos jugando el futuro. Allende fronteras nos miran con recelos porque los titubeos que experimentan nuestros políticos no son los más adecuados para que las inversiones sigan fluyendo. Y en interior, las empresas generadoras de puestos de trabajo, dudan a la hora de emprender nuevas transacciones que pongan en riesgo su dinero, lo que inevitablemente juega en nuestra contra.