PSOE y Ciudadanos contra las diputaciones
Malos vientos soplan para las diputaciones si Pedro Sánchez se hace con el mando del Gobierno aupado en parte por Ciudadanos. ¡Hay pacto!, parece que han gritado ambos líderes después de firmar el acta que lo ratifica. Y lo hacen, a simple vista, como si ya hubiesen coronado con éxito el arduo empeño de llegar a una investidura, sin tener en cuenta que el propósito puede naufragar a poco que los otros partidos en lisa se muestren remisos a apoyar sus propuestas, algo que se nos antoja más que probable.
Albert Rivera, que no sabemos muy bien a qué juega cuando no hace mucho dijo que no transigiría con los postulados de Mariano Rajoy ni tampoco con los de Pedro Sánchez, a quienes volvía las espaldas con displicencia, ahora acaba de dar el “ sí “ categórico al segundo, si bien haciendo valer sus imposiciones inexcusables; a saber, reforma exprés de la Constitución, limitación de los aforamientos y permanencia del presidente solo 8 años, entre otras de novísimo cuño, destacando la de la supresión de las diputaciones, ésta última viniendo a concitar objeciones incluso entre las filas de los socialistas, caso de Susana Díaz, cuyo Gobierno se opone rotundamente a esta medida. No digamos el Partido Popular que ha saltado a la palestra para rechazarla de plano.
La supresión de las diputaciones es como una carga explosiva en la línea de flotación de un barco, que son cada uno de los pueblos de menos de 20.000 habitantes que la padecerían. Ya se había amagado antes –el PSOE en el Gobierno – con borrarlas del mapa, pero por descabellada esa medida no llegó a cuajar de ninguna forma. Solo hay que escuchar a los alcaldes de pueblos de escasa entidad poblacional, como los de la Serranía de Ronda, que son los que tengo más a mano. Muestran su total desacuerdo con la medida, la cual de llevarse a cabo acarrearía problemas insolubles convirtiéndolos en un marasmo al carecer de propios medios para solventar problemas tales como la electrificación, la reparación de carreteras, o la construcción de zonas de esparcimiento y solaz como campos de fútbol o piscinas, entre otras urgencias que vengan a solventar la cohesión territorial equiparando el derecho que ostentan los habitantes de poblaciones de mayor enjundia.
Se dice que serían sustituidas por un Consejo Provincial de Alcaldes, que vendría a ser lo mismo solo que con el nombre cambiado, y está por ver la eficacia que podría reportar, aparte que cada uno de los primeros ediles vendrían a arrimar el ascua a su sardina y “el que venga atrás que arree”, que dicen con propiedad por estos lares. Los más espabilados podrían llevarse el bocado más sustancioso de los caudales que se otorguen desde instancias superiores del Estado.
Las diputaciones datan desde 200 años atrás y siempre se ha venido mostrando eficaces en su cometido. Que hay que someterlas a reformas, pues bien venidas sean. Pero de ahí a tacharlas de un plumazo hay un gran trecho. A este tenor, el presidente de la Diputación de Málaga ha sido contundente:” Los implicados, o bien no viven en un pueblo pequeño o bien no saben lo que hacen realmente las diputaciones”. Naturalmente, se refería a Sánchez y a Rivera. Más razón que un santo, oiga.