Manuel Alcántara, busto y estación
Se acaba de inmortalizar, si no lo estuviera ya en el Parnaso de la poesía castellana de todos los tiempos, la efigie de Manuel Alcántara. Esculpida en bronce con base de mármol por el artista Martín Merino, el busto del eximio poeta y articulista malagueño figurará con todos los honores de los que es acreedor en el Salón de los Espejos del Ayuntamiento de la ciudad. Allí lucirá en años venideros recordando a la posteridad el lúcido escritor que supo cautivarnos con la magia de la palabra exacta, el sutil verso y la exquisita prosa periodística, fecunda ésta en artículos henchidos de fina ironía que no empañan ni muchos menos lo contundente de acerados asertos vertidos con suma maestría.
Pero este recuerdo perenne que el bronce troquelado nos deja entre otros preclaros malagueños en un lugar preeminente del Consistorio de la ciudad tiene su réplica en la calle, esa que pateamos los ciudadanos cada día en el constante ir y a venir de cada uno con los más diversos objetivos. Con muy bien criterio por parte de la Corporación Municipal se ha decidido además que en el lugar exacto en el cual el metropolitano aflora al exterior en la Glorieta que ya lleva el nombre del eximio poeta ostente además el de la estación, a saber, el de Manuel Alcántara. Se suma así a la estación principal de RENFE que responde a la denominación de María Zambrano como homenaje a la ilustre pensadora también oriunda de Málaga. Tal para cual.
Desde los más remotos tiempos el hombre quiso inmortalizar a sus congéneres que en vida destacaron en las más variadas empresas ya fueses éstas las conquistas de tierras ignotas, las guerras en defensas del territorio propio; en los inventos que hicieron la vida más grata y amable y acarrearon el progreso de la humanidad; o bien su destacado lustre en los ámbitos del arte: música, literatura, pintura…, no menos importantes para el gozo de la sociedad de su tiempo y la venidera.
Confluyen en Alcántara las dotes del escritor nato en el que la poesía y el artículo van cogidos de la mano. Para la composición encuentra siempre la palabra exacta y la expresión certera e incisiva revestidas de fina ironía, idóneas para transmitir su pensamiento mostrándonos un compendio de sutilezas que el lector no tiene por menos que celebrar. La belleza de las palabras y el perfecto dominio de la morfosintaxis les son propios, como así mismo hace gala de perfecta armonía en la composición poética y en la creación y el justo empleo de imágenes literarias y la transmisión de su pensamiento y posición ante el acontecer cotidiano de la vida, a veces de la suya propia, como estos decidores versos suyos:
“Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.
Y hay un hombre de pie sobre
mis huellas indefenso y sonoro,
a ras de Manuel, junto a la mar, desentendido;
hubo una vez un niño en la bahía.
Y hay un hombre de pie sobre mis huellas
indefenso y sonoro, a ras del suelo,
que se irá mientras hacen las estrellas
propaganda de Dios allá en el cielo”.
Y es que Alcántara, en la mayor parte de sus poemas, deja entrever al propio tiempo que es un profundo filósofo. No podemos sino celebrar que en Málaga existan invocaciones que marquen y perpetúen un escritor que raya en tan alta altura.