Votar, ¿para qué?
JOSÉ BECERRA
Es la pregunta que nos asalta a muchos ante el nuevo requerimiento que se nos hace para acudir de otra vez a las urnas impasible el ademán. La cuestión es que nos sentimos más que aturdidos enrabietados por el comportamiento de nuestros políticos en la que se han dado en llamar la más breve legislatura de la historia reciente. ¡Vaya vodevil que se ha venido representando a partir del 20-D! Un auténtico teatrillo de guiñol para reírse si no fuese por la gravedad de los acontecimientos que concurrían nada menos que pretendidamente para desembocar en un nuevo gobierno de la nación. ¡Como para tomarse a chacota el que estuviese en juego la estabilidad y el futuro inmediato del país!
Rajoy, impertérrito y viéndolas venir para hacer honor a su temperamento flemático mas propio de un gentleman inglés del que ha venido dando cuenta un día y otro también. Su impasibilidad a toda costa, en la que parece creer, le ha ha salido bien al final: ha comprobado cómo el resto de los partidos en liza que le habían declarado la guerra se estrellaban estrepitosamente sin alcanzar su objetivo de echarle de la Moncloa.
Sánchez empeñado en conseguir la presidencia del Gobierno a toda costa y pese a quien pese. Lo hemos visto intentado desarbolar al PP dando bandazos de un lado a otro en una inútil estrategia condenada al fracaso, unas veces tendiéndole la mano a Rivera y otras a Iglesias, haciendo caso omiso lo radical de las proposiciones, sobre todo de las de éste último.
No llegamos a vislumbrar con nitidez el papel de Ciudadanos en todo el embrollo organizado en los tres meses transcurridos y que han desembocado en la nueva convocatoria de comicios. Apostaron en primer lugar por apoyar la lista más votada y abjuraron de esta intención a renglón seguido hostigando sin cuartel al PP y esgrimiendo su propósito de desbancar a Rajoy de la presidencia, confabulándose a todo trapo con las huestes socialistas.
Pese a la formación del frente de izquierdas que acaban de formalizar Podemos e IU, que veremos si no termina como el rosario de la aurora por discrepancias internas de sus líderes – las cuales ya se han visto con anterioridad al pacto – y que ambos coinciden en afirmar que revive el compromiso de fuerzas de izquierdas en los años 30 del pasado siglo, todo apunta a que las recién convocadas elecciones del 26-J arrojen resultados si no idénticos si similares a las del pasado diciembre.
“Para este viaje no se necesitan alforjas”, que dicen los lugareños rondeños y serranos desencantados por el final nefasto de cualquier asunto. No hay cambio de líderes ni de programas. El elector tendrá que mostrarse fino para no errar, porque mucho es de temer que se volverá a la misma situación ya vivida. Temiendo, con poderosas razones, el comportamiento que nuestros políticos nos ha venido deparando, puede que la interrogación no sea baladí: Votar, ¿para qué? Aunque si, al final, decidimos cumplir con el deber que nos exige un fiel comportamiento democrático, ya sabemos de qué pie trastabilla cada uno, lo que no deja de ser una ventaja para no equivocarnos.