Rajoy se muestra condescendiente
El presidente en funciones se ha apresurado a enmendar la plana a sus subalternos más directos que habían empezado por exigir al PSOE algo más que la simple abstención. Se envalentonaron éstos al ver cómo los socialistas en una desigual lucha interna, atrincherados, irrumpían cada cual en posiciones propias e irreductibles, tras los sucesos que acabaron con el destronamiento del obseso Pedro Sánchez. Se mostraron ufanos y presumieron de tener bien sujeto el rábano por las hojas. Pero he aquí que Rajoy, con muy buen criterio (eso es lo que se nos antoja), puso fin a los cabildeos de sus subordinados, dando por seguro que no iba a exigir nada al PSOE más allá de apoyar con la abstención su investidura.
No entraba en sus cálculos machacar a los oponentes en nuevas elecciones que, seguramente, se llevaría de calle, ni hacer leña del árbol caído. Sí, hablar con Javier Fernández, cabeza visible de los socialistas en estos momentos, y consensuar la formación de un nuevo gobierno que el país necesita como agua de mayo en tiempos de sequeral. Los presupuestos de 2017 pueden esperar algo más y lo urgente es la constitución de ese gobierno que todos anhelan y todo lo demás vendrá por añadidura, incluido la feroz oposición que sin duda enarbolarán los adversarios como bandera de un anunciado acoso y derribo de su persona.
Por otra parte, Rajoy, que lleva meses insistiendo en la necesidad de que España tenga gobierno sin más aplazamientos, no sería coherente con sus convicciones si de entrada pone trabas que vayan más allá de la consecución de la investidura. Por lo que se tiene por menos pensar que está obrando con cordura. Sensatez, o sea, que es lo que se espera de quienes tienen en sus manos los hilos del poder, para sacarnos de esta aberrante situación política e institucional en la que nos encontramos. La condescendencia del presidente en funciones hace abrigar esperanzas de que se obre el milagro y todos, tirios y troyanos, se avengan a razones.