El despotismo de las eléctricas
Hay familias en el país que tiritan a causa de exiguos emolumentos que no les permiten encender la estufa para atajar los zarpazos del frío, que se ceba en los que menos tienen. Algunos hogares les prestan por lo menos cobijo, pero otros, sobre todo en las ciudades, los sin techo, que suman caterva (en los pueblos diminutos siempre se puede echar mano a un brazado de leña en la campiña próxima) se ven obligados a hacer frente a la gélida ventisca cubierto con endebles y miserables cartones.
A fuer que nos tilden de lerdos no llegábamos a entender que hubiese quien sucumbiera de frío porque se les cortó el suministro eléctrico mientras las eléctricas se embolsan cada año más de 4.000 millones de euros. Cierto que esta triste realidad se ha solventado en parte mediante el Real Decreto aprobado días atrás por el Gobierno en el que se establece el nuevo bono social de electricidad para los consumidores vulnerables que impide la supresión del suministro eléctrico. Loado sea dicho plan. Pero ello no soluciona la raíz del problema que reside en que hay muchas familias que se las ven y desean para llegar a fin de mes y que han de soportar la quita del recibo de la luz, el cual se ha disparado en los últimos días por mor de la cruda temporada invernal que nos acosa, en la que el frío y las neviscas hacen estragos.
Lo que ahora se reclama por diversas asociaciones vecinales mediante manifestaciones con voz en grito es que se impida por el Gobierno las tarifas abusivas del sector eléctrico a las familias que bastante tienen con adquirir con dificultad los alimentos para la subsistencia diaria. Algo que vendría a paliar lo que exige esta necesidad perentoria si se aplicase un IVA reducido (el actual es el del 21%) como sería el de solo el 4%, lo que significaría un respiro para las familias cuyos recursos flaquean ante el agobio económico imperante en el seno de un número incalculable de ellas.
Tamaña aspiración sería como pedir peras al olmo. Sujetan el rábano por las hojas con el beneplácito de quienes nos mandan, los cuales prefieren recortar gravámenes en otras materias y dejar a su libre albedrío a las eléctricas para que rijan un servicio mínimo para vivir como es la luz que nos alumbra y calienta.