Piscinas por doquiera en la Serranía
JOSÉ BECERRA
Ha sido una solución suscrita por los alcaldes y los miembros de las corporaciones municipales de buena parte de los pueblos que aglutinan el ancho y árido solar de la Serranía de Ronda. Una demanda que no se podía desatender dada las caracteristicas de la comarca que propiciaba veranos largos y calurosos, circunstancia que forzaba a su gente a soportar soles de justicia sin un remanso de paz y frescura que les aliviara. Los ríos Guadiaro y Genal, ya no son lo que eran: bajan sus aguas pobres y escasas corriente abajo y dejaron de ser factibles para baños los “charcos” en los que era posible solazarce siquiera fuese por unas horas décadas atrás. ¿Quién no recuerda por estos lares los domingos transcurridos a orillas de esos ríos hoy menguados de caudal pero entonces limpios y caudalosos? Y aquellas comilonas celebradas en sus orillas bajo la sombra de una chopalea, una higuera o de espesos juncos, ¿a quiénes se les olvidó?
Reliquias de un pasado que perdura aún son los baños en la famosa Cueva del Gato asomada al con justicia llamado Charco Frío, a tenor de la temperatura tan gratificante en veranos tórridos como el que atravesamos, y de la que disfrutan los vecinos de Benaoján y, por supuesto, de foráneos que hasta aquí llegan atraidos por el placentero microclima que las maravillas de la piedra esculpida por la magia de la Naturaleza y las gélidas aguas aunadas les ofrecen.
Pero no todos los pueblos de la comarca en los que el bochorno reina en estos días pueden disfrutar de tan gratificante y natural paraje, así que se echó a mano a las piscinas que han proliferado como las margaritas en mayo. Montejaque, Pujerra, Jimera de Líbar, Alpandeire, el propio Benaoján, entre otros municipios serranos encastillados en terrenos irredentos de secano peremne en los estíos agobiantes echaron mano a las piscinas como feliz remedio para alegrar la vida a pequeños y mayores y hoy por hoy forman ya parte del paisaje que circunda a cada uno de ellos. A falta de pan, buenas son tortas, parece que piensan los que que se vieron alejados de las dos vías fluviales que, por su curso sensiblemente aminorado y no todo lo limpio que fuera de desear y las parquedad en alegres torrenteras que hicieron, como digo, años atrás las delicias de la vecindad, recurrieron a las piscinas que ahora son lugar de encuentro familiar y amistoso para el relax y el buen yantar.
Están a su alcance visitando este territorio serrano paisajes de montaña insólitos, pueblos blancos cobijados, ya en las laderas de las sierras, ya en sus empinadas crestas y cumbres que desafían al cielo con ánsias de horadarlo, por no mencionar lugares que figuran por erecho propio en los anales de la prehistoria, tales las cuevas de la Pileta o del Gato en el término municipal de Benaoján. Ésta última un milagro de la piedra labrada por la naturaleza y la torrentera merced las aguas impetuosos de río Campobuche o Guadares que a morir viene en las riberas de su hermano mayor el Guadiaro, que le espera aguas abajo. En medio, un charco de frías aguas, limpias como espejos, que propician el más placentero de los baños al lado del sequerral abrupto reinante a su alrededor.
Así que no obvien su excursión al interior de la provincia por su sequeral inmanente porque siempre es posible gozar de paisajes tan intrincados como fascinantes, caso de la Serranía de Ronda, y al mismo tiempo darse un chapuzón en culquiera de las pìscinas que hoy por hoy abren sus puertas cada día para regocijo de propios y extraños en los pueblos desperdigados por tan emblemático solar del sur peninsular.
Y para poner la guinda al disfrute de unos días placentero tierras adentros, lejos de playas atiborradas y ciudades tumultuosas, están esas piscinas que los consistorios respectivos han cuidado hasta el último detalle para el deleite de los visitantes.