La “rebelión de las batas blancas”
JOSÉ BECERRA
Y con más razón que un santo,que se dice. Les asiste en su postura, hasta ahora silenciosa y no pocas veces abnegada, quienes reciben la atención diaria para la cura de los males que les abaten. Como no podía ser de otra forma, cuando se entiende que son ellos, los galenos, quienes, merced a sus diagnósticos y prescripciones, caso siempre acertadas, conforman un alivio a quienes en situaciones mórbidas se acercan a su mesa de trabajo para que el bálsamo de Fierabrás quijotesco en forma de pócima, píldora o recomendación venga a poner alivio a leves o enquistadas dolencias. Contrariados andan los profesionales de la medicina, ya digo. Y mucho es de temer que el agravio al que se ven sometidos, en este caso por el Gobierno andaluz, revierta sobre quienes acudimos a su buen hacer y diagnosticar para ir tirando más mal que bien en situaciones achacosas, fruto de salud menguada.
Se quejan los médicos de la provincia del trato recibido por el Gobierno de Susana Díaz, traducido en hacer oídos sordos a reivindicaciones formuladas con insistencia desde años atrás. No piden el oro y el moro en el decir popular, no. Lo que exigen a voz en grito es rescatar derechos obtenidos antaño y ahora arrinconados y que, por ende, pueden obrar en detrimento de los servicios prestados a quienes a ellos acuden en petición de alivios para estados mórbidos de los que se resienten.
No dudan los médicos de la provincia en afirmar que el trato recibido por parte de las administraciones públicas no ha sido lo considerado que debiera. En el ejercicio de su profesión en la provincia se sienten injustamente ninguneados ya que reiteradamente no han recibido sino el silencio a sus insistentes demandas, lo que motivado que se pongan en pié de guerra, por lo menos hasta que se convoquen elecciones en Andalucía, que están al caer, según viene manifestando la presidenta Díaz.
La atención primaria en el ancho solar malagueño se resiente, y no precisamente porque quienes ejercen este ministerio no lo hagan merced a su leal saber y entender, sino porque adolecen de recursos sanitarios imprescindibles para ejercer con la debida eficacia su diaria labor. De ahí que sus protestas salgan a la calle en forma de huelga que trasciende más allá de los dispensarios en los que hasta ahora se ha venido larvando (por emplear un vocablo de la medicina) una protesta que ahora se había venido callando. Recortes de salarios, aumentos de horas de servicios, parquedad de plantilla, amén del desprestigio y un largo etcétera de demandas no han podido por menos que impulsarlas a voz en grito por la posibilidad de que redunden a la larga, si se incumplen como ha venido sucediendo hasta ahora, en la salud de quienes se acercan a los centros de turno para recibir las prescripciones prontas y adecuadas de las que dependen estados, cuando menos, achacosos.
El grito y el reclamo unánime en la calle son presumibles que llegue a la Junta andaluza.” La rebelión de las batas blancas” está en marcha, y con la intención de que perdure hasta conseguirse los fines propuestos, que no son otros que los de conseguir que a nuestros centros de salud se acuda con la certeza de ser atendidos pronto y eficazmente, fruto de una labor digna y de calidad que ahora se reclama por quienes, hoy descontentos, ejercen tan encomiable como necesario ministerio. Honremos a nuestros médicos antes y después de necesitarlos. Mucho nos va en ello. A veces, hasta la propia vida.