Ataque al español en Cataluña
JOSÉ BECERRA
La guerra declarada por el nacionalismo excluyente que hoy impera en Cataluña está amenazando seriamente al castellano en su zona de influencia. Recuerdo de los años ya remotos de mi juventud en los que viví por motivos de trabajo en la Ciudad Condal cómo se miraba con desdén mis expresiones en el idioma patrio, sobre todo cuando algún catalán contumaz me escuchaba cómo me expresaba con el deje andaluz que me era propio. Si esto ocurría en los años 50 del pasado siglo, imaginen lo que ocurriría ahora si me dirigiese al alguien, sobre todo si mi interlocutor es un acérrimo partidario del independentismo hoy imperante en buen parte de la sociedad catalana. Ni me escucharía, si es que no lanza un escupitajo de desprecio.
Hoy en día, las cosas han ido a más, dado los acontecimientos políticos que vienen sucediéndose en el solar catalán. El castellano se está arrinconando de manera drástica en las escuelas. Y no solo eso sino que amenaza con extender su predominio en cualquiera de las funciones normales inherentes a la vida real fuera de las aulas. Se quiere implantar, si no lo ha hecho ya por completo, en todos los ámbitos una vez que ha cuajado la idea de que se trata de erradicar en cualquier ámbito la lengua oficial del Estado, para claramente dar a entender que Cataluña rompió sus lazos con el resto de España, al que se considera poco menos que un país extranjero. Corolario de algo de lo que tendrían que haber rendido cuenta los sucesivos gobiernos del país, que fueron dando de lado al idioma patrio, llegándose a su culmen ahora cuando el separatismo, si no está ya firmemente asentado, amenaza con hacerlo sin mucha tardanza.
Un par de meses atrás alrededor de 1.500 personas salieron a la calle a voz en grito en Barcelona para dejar constancia de su repulsa a la “imposición lingüística”, mostrando con voz en grito su apoyo a la libertad de la lengua en las aulas escolares. Obedecía la marcha a la convocatoria por la “Asociación Hablemos Español”. Se alzaba la voz contra los colectivos independentistas que propugnan erradicar el idioma patrio de los centros escolares como arma para el pretendido adoctrinamiento que desean cuaje como arma crucial en su tenaz pero trasnochado empeño.
Lamentablemente, el Estado en esta candente situación en la que tanto se juega nuestra identidad como personas al hacer valor nuestra querencia por un idioma común como vía de entendimiento dentro las propias fronteras, no actuó con la celeridad debida. Se impuso el parecer del movimiento secesionista como arma oportuna y precisa para el adoctrinamiento a ultranza que se pretende. Las consecuencias aparecerán en la lontananza si no se pone pronto remedio al acoso y derribo que para nuestra lengua española se propugna en el suelo catalán.
Resulta de sobras conocido que nuestro progreso, ya sea de las ciencias, ya respondiendo al acicate de la modernización, se basa en las relaciones entre hispanos en una lucha común para vencer los obstáculos imperantes. Algo que se sustenta sobre “la unidad y la buena salud del idioma”, como prescriben quienes desde esferas científicas preconizan para conseguir la lealtad de todos los habitantes. Predicen además la muerte de una lengua y su sustitución por otra en un lugar determinado. Mantener la unidad de nuestro idioma es un deber de todos y, a la vez, una insoslayable responsabilidad.