Interregno
JOSÉ BECERRA
Pocas veces, por no decir nunca, por lo menos en la historia reciente de esta España nuestra, se habían perfilados bloques tan nítidos de cara a las elecciones que por fin, el ya presidente en funciones, Pedro Sánchez, acaba de anunciar para el 28 de abril. Esta así a la vuelta de la esquina que un nuevo inquilino siente sus reales en la Moncloa, o que lo diga haciéndolo quien hasta ahora ostentaba ese honor, que cosas más difíciles y peregrinas se han visto en el seno de la política del país. Se perfilan dos bloques antagónicos enfrentados con nitidez, si es que se mantienen los lazos que a entrambos han venido cohesionando en los últimos tiempos: por un lado se erige el PSOE, a quien las encuestas del más variado pelaje dan como vencedor de los comicios, si es que cuentan con el beneplácito de Podemos para sumar una mayoría, suma ésta problemática para alzarse con el triunfo dado el desplome que las huestes de Pablo Iglesias viene ofreciendo a ojos vista, a lo que habría que sumar la desafección de los separatistas catalanes, todavía sin resarcirse del golpe asestado por Sánchez, quien les volvió las espaldas despectivamente, como se ha visto al filo de los últimos acontecimientos vividos en el seno del suelo patrio. Enfrente, nos encontramos con el dique que a este ya presidente del Gobierno destronado forman PP y Ciudadanos con el apoyo de Vox, que a nadie se le escapa que desean reeditar el zarpazo que en Andalucía ocasionaron a Susana Díaz y el arrinconamiento del PSOE, por mucho que Rivera y los suyos miren de reojo, no muy complacidos con la presencia y el auge indiscutible de VOX, contra el que no ocultan una malquerencia más o menos encubierta. Pero el presidente ahora mismo de un Gobierno en funciones, tras el revés que sufrió en vía parlamentaria, no se achica: no va con él esta actitud. Las circunstancias adversas empujan e nuevo a Sánchez a no tirar la toalla en el pugilato político y partidario que ya en un hecho; es más, su talante personal y político le presta alas para que pueda soñar con una victoria en la desigual y campal batalla que se aproxima en busca del voto que se diagnostica será el más versátil en los comicios ahora anunciados. No se amilana ni achica y confía en el berrinche de la izquierda por la caída del Gobierno en el que cifraba todas sus esperanzas le suba en volandas a golpe de voto emitido en su favor. Solo que ahora no esgrimen sufragios quienes les son de antemano adeptos a su causa, sino todos los españoles: en la formación de gobierno va a contar, y de qué manera, la segmentación del panorama llamado a las urnas. La fragmentación de las apetencias hacia uno u otro color político dibuja un mapa bien fragmentado. El interregno en la presidencia del gobierno al que nos encontramos abocados, por la ambivalencia de quienes son sus protagonistas, no deja de ser inédito en la historia de esta España nuestra que nos va tocar vivir en los próximos meses. Una refriega electoral que no tiene precedentes por la situación de quienes se aprestan a esa batalla campal que ya ha empezado y por la que sus protagonistas velan armas, si no es que ya la desenterraron y las esgrimen sin miramientos.