Reinante malestar causado por los políticos
JOSÉ BECERRA
Muchos son los problemas que atosigan a los españoles. Uno de ellos viene escalando los primeros puestos en el registro de los que les preocupan en extremo: no es otro que el de los políticos que nos han cabido en suerte en los últimos tiempos. De un tercer puesto en la lista de los agobios que les perturbaron hasta ahora, los provenientes de los políticos de aquí y ahora se han colado en el segundo lugar, y ganándole terreno al que ocupa el primer lugar, que no es otro que el paro. Su existencia se concibió siempre como adalides para dar solución a los problemas e inquietudes del ciudadano; ahora forman parte, por ¿méritos? propios, de la zozobra que les ofusca e inquieta.
Transcurrieron cuatro meses desde que se nos convocó para depositar nuestro voto en la urna y el panorama político no deja de ser incierto merced a dirigentes obnubilados que no se miran sino al propio ombligo dando de lado a los intereses de la ciudadanía. La estabilidad española se resiente a ojos vista y hace mella en la ciudadanía la certeza de que nuevas elecciones se hacen ineludibles. Un fantasma se agita sobre nuestras cabezas, ya acostumbradas a horripilantes espantajos que la clase política, salvo honrosas excepciones, se ha encargado de blandir sobre ellas sin recato alguno.
A remolque de los hechos contemplados cada día hemos de convenir en una evidencia que se hace más notoria entre quienes observamos, mal que nos pese ,el quehacer de nuestros políticos coetáneos: barren para adentro. Una campanuda expresión ésta que, sin embargo, hemos de admitir, aunque se hagan las pertinentes excepciones de rigor. Les trae al pairo los problemas que atañen a ciudadanía y no postulan sino todo lo que lo que puede redundar en beneficio propio o del partido en que militan.
Se ponen muy serios y campanudos cuando alardean de poner por delante en sus aspiraciones el interés general, pero ya como que no cuela esa compostura a todas luces espuria con la que tratan de cautivarnos. Es el poder personal propio y de su partido en cuestión lo que de verdad les interesa y lo demás que venga por añadidura. Es lo que el comportamiento de nuestros políticos de hogaño con muy escasas excepciones, nos da a entender.
Nos preguntamos ante tanta desfachatez como la que hacen gala quienes forman caterva política si no sentirán reconcomio por su proceder. Si se tiene en cuenta que la política, desde quienes la ensalzaron y glorificaron con su proceder desde los tiempos de la Grecia clásica, no podemos llegar a otra conclusión ahora sino la de que desembocó en un desatino, por no emplear otra vocablo más grueso de la que es necesario rescatarla. Siempre con la salvedad de unos pocos que cumplen fielmente con el denodado quehacer que en su día prometieron en beneficio de todos. Que de haberlos háylos para nuestra suerte.