La “España vaciada” se defiende

JOSÉ BECERRA

Se han cambiado las tornas. La España de pequeños y medianos pueblos que clamaba, y con razón, del olvido a la que se le sometía por parte de las administraciones públicas  haciendo  oídos sordos a sus requerimientos para salir del  atasco en el  que se encontraban, ahora son claros objetos de deseo. De obscuro y mal  intencionado afán, habría que recalcar. Con  la aparición  del temible coronavirus ponen sus miras, como sano refugio,  en estos apartados rincones del mapa  nacional  y provincial,  aquellos que,  aguijoneados por los temores que tan comunes y abundantes son en los grandes núcleos de población, miran  como tabla de salvación a estos rincones olvidados. Se piensa, obnubilados por el terror,  que aquí encontrarán remedio para sus desasosiegos exacerbados por día en las grandes urbes.

   A los pequeños pueblos de la provincia de Málaga, alejados de la ciudad, en las que reside el epicentro de la terrible pandemia a nivel provincial, se miran como tabla de salvación y, por ende, son objetos de deseo desmesurado. ¡Quién lo habría de decir! Se añora ahora la tranquilidad de estos pequeños núcleos de población, condenados al ostracismo y aquejados de los males que define la España vaciada, hasta el punto de que son en estos aciagos días objetos de deseo y tabla de salvación. Se generaliza este sentir por parte de quienes   se ven confinados en las grandes  ciudades y abatidos por el mal que  les acongoja.

   Quienes habitan en estos pequeños núcleos rurales tienen mas razón que un santo en rechazar al menos con el pensamiento  a quienes ahora pretenden sentar sus reales huyendo de la quema. Se arguye y con razón que desde las altas instancias políticas no movieron un dedo para remediar sus ancestrales males. Nada hicieron para remedir el atraso y la malquerencia a los que fueron sometidos municipios que clamaban por salir de la difícil situación  a la que, muy a su pesar, se veían sometidos. Ahora viene el malestar y el crujir de dientes.

   La España injustamente vaciada se erige como un mal que corroe a muchos pueblos del interior provincial y nacional. Dirigentes políticos de toda condición vienen haciendo oídos sordos a  las reivindicaciones de regidores de lugares que languidecen a su suerte tierras adentro. Y, como muestra solvente,  los alcaldes de provincia de Málaga, salvo excepciones, pueden dar fe de este aserto.

  Viene a pelo el dicho, tan veraz como procedente de que” nadie se acuerda de Santa Bárbara  hasta que truena”. La “España vaciada”, ahora, a remolque de los acontecimientos, cuando suena el crujir de dientes en las ciudades populosas, sí quiere seguir siéndolo. A quienes esgrimen esta aseveración y la defienden en estos aciagos momentos a ultranza,  les asiste más razón que un santo.