Málaga vaciada y pandemia
JOSÉ BECERRA
Algunas ventajas habrían de gozar quienes todavía permanecen en pequeñas poblaciones del interior malagueño. Sin preservarse de momento de la terrible pandemia que azota sin tregua a España y al mundo, son contados los casos que la ponzoña ha causado en este conglomerado de pueblos desperdigados y vaciados por la ancha geografía del interior y la que mira al mar. Se pueden contar con los dedos las victimas acaecidas a causa del maléfico virus y asimismo es notable el número de las curaciones que en ello han tenido lugar.
Los pueblos que conforman la Málaga vaciada, que es, sin duda, la del interior de la provincia, padece de manera ancestral la fuga de habitantes hacia zonas más prósperas del país y la falta de recursos económicos de sus habitantes, algo que ahora se empareja con una población avejentada y con la escasez de servicios médicos que así abundan en las zonas más pobladas. Pero, en contra, posee otras ventajas que para sí quieran los habitantes de populosas urbes: se vive en casas espaciosas sin comparación con los estrechos habitáculos de las ciudades y, además, conlleva la inevitable mezcolanza de personas obligadas a una mínima relación, algo que incide en un relativo contacto entre sus habitantes. Preservan en las modestas localidades unan intimidad de manera más férrea que en las ciudades, algo de lo que se muestran conscientes ahora a tenor de las indicaciones de los ayuntamientos respectivos para impedir que nadie de afuera venga a sentar sus reales en la circunscripción municipal huyendo de la quema del fatídico coronavirus que Dios confunda.
Al mismo tiempo guardan con entereza las normas decretadas de obligado cumplimiento en lo que toca al confinamiento impuesto. Caso de los pueblos de la Serranía de Ronda, que adoptan de manera férrea las indicaciones emanadas de las instancias políticas o sociales superiores, aunque ello venga a trastocar costumbres propias y ancestrales. Montejaque, Arriate, JImera de Líbar, Pujerra, entre otros pequeños municipios cuentan con una vecindad más joven que de manera espontánea tiende a satisfacer las necesidades de sus convecinos mayores; esos que permanecen enclaustrados en sus viviendas, por temor a contraer la enfermedad que se extiende sin vallas. Una acción que agradecen quienes permanecen confinados, sobre todo personas mayores que piensan con razón que ahora “como en su casa en ningún sitio”.
Un ejemplo loable de esta actividad en beneficio de los mayores ha cristalizado en Benaoján. Es costumbre y una necesidad que sus habitantes se trasladen a la vecina ciudad de Ronda para las más diversas cuestiones, entre las que no son menores las del avituallamiento diario o las consultas médicas, algo que ahora se cuestiona por el peligro que encierran los desplazamientos por parte de quienes ostentan una avanzada edad. Un contingente de gente joven se encarga de llevar a cabo las diversas premuras que acusan este sector de mayores impedidos para trasladarse ahora por mor del temible Covid – 19. La Málaga vaciada se defiende como puede de su ponzoña, esa que tantas vidas se está cobrando y que de momento se muestra tan tenaz como invencible.