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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Padres dubitativos

Se encuentran los padres ante una difícil tesitura que viene a reafirman un candente problema que a muchos se les antoja tan espinoso como insoluble. Desde las altas instancias del poder advierten que nuestros hijos han de volver a los centros educativos porque así lo quiere y dictamina el papá Estado. Pero he aquí que, aceptando esta decisión a todas luces inapelable, un mar de dudas nos atenaza a los progenitores y abuelos que ya han empezado a enviar a sus retoños al cole y no sabemos muy bien a qué atenernos. Se nos ha venido diciendo por activa y por pasiva que la seguridad de nuestra prole es una de las ineludibles tareas a las que debemos atenernos contra viento y marea. Pero he aquí que ahora vemos cómo un peligro evidente planea sobre sus cabezas, y por fuerza, la pregunta que nos hacemos es si de hemos permanecer con los brazos cruzados, signo de nuestra impotencia ante la severidad de las altas instancias políticas: son las que vienen repitiendo hasta la saciedad la ineludible obligación de que nuestros vástagos acudan a los centros educativos así caigan chuzos de punta, o poco menos.
Siempre fue y siendo un deber ineludible de los padres velar por la integridad física y psíquica de los hijos. Ahora, por mor de la epidemia, se ciernen sobre sus cabezas el peligro inmanente de permanecer durente cinco largas horas en el colegio de turno, razón por la que nos preguntamos si hemos de transigir ante esa realidad evidente obedeciendo a las pautas que nos vienen desde las altas esferas del Estado.

A fuer de esta incógnita, el dilema que nos planteamos tocantes a la salud de nuestros vástagos en los centros respectivos, radica las de obedecer sin reparos las directrices emanadas de los dirigentes políticos en lo que toca a permitir que acudan al centro escolar pertinente, aún a sabiendas de que, como se ha repetido hasta la saciedad que el riesgo O de que puedan contagiarse no existe. Aún así, toca bajar la cervid y consentir que nuestros retoños se expongan a una contingencia que se nos muestra más que evidente, dado el aluviónde noticias nefastas que nos asaltan cada día en torno a la epidemia.

Un dilema insoluble nos atenaza cuando hemos de dilucidar si mandamos a nuestros hijos a un lugar del que nadie nos garantiza su integridad física.

El inexcusable deber de proteger a su prole es algo que desde siempre desde las altas instancias del Estado se nos exige sin subterfugios. Pero he aquí que ahora, con el mismo rigor, se nos demanda que dejemos a nuestros hijos en el colegio de turno, aún a sabiendas de que nadie nos asegura que su integridad física no sufrirá daño alguno. Por fuerza hemos de estar dubitativo y temeosos. Con más alegría que nunca esperamos volver a verlos sanos y salvos cuando abandonen el colegio cada día.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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