Nos solivierntarían los ataques a la Corona viniendo de quienes nada tuvieran que ver con el Gobierno que nos rige. Pero si estas diatribas parten de algunos de los componenentes del Ejecuitivo no pueden por menos que escandalizarnos y provocarnos confusión cuando no repulsa en mayor grado. Cuando lo que se busca con ahínco es doblegar la línea ascendente de la pandemia que trae al país contra las cuerdas nos parece fuera de lugar que se produzcan ataques a la Corona.
En 1978 se estableció la Monarquía Parlamentaria en España con la pretensión de que el Rey jugase una importante misión en el desarrollo del país, merced a que se concibió como una figura excelsa que supondría bienestar para los españoles, sin que descendiera al entramado de los partidos políticos y sus tejemanejes para llegar al poder o perpetuarse en él. Su figura fue concebida por las mayoría de los españoles como relevante en grado sumo,tanto que habría de sobrevolar en sus funciones las mezquindades de algunos políticos, y sin que sus funciones fuesen trastocadas por esa clase política cuya aspiracion no era otra que la de perpetuarse en el poder.
Los ataque a la Corona, menospreciando la insustituible labor de Felipe VI, es algo que nadie con dos dedos de luces puede admitir. Eso, con ser tan cierto como deplorable, no parte del pueblo llano, y esto es lo crucial, sino desde de las altas instancias del poder político, esas que están en la mente de todos, lo que agrava sobremanera las injustificadas injurias al monarca. Que alguien que figura en el equipo del Gobierno que en su día nos dimos ponga reparos a la presencia del Jefe del Estado en la ciudad condal apelando a la salvaguarda de la “convivencia”es algo que chirría en la mente de la mayor parte de los españoles de a pié.
La Constitución que en su día nos dimos los españoles refleja con todo lujo de detalles, como no podía ser de otra manera, el papel trascendetal que el Monarca habría de gozar como garante de la unidad de la nación. Asumimos el conjunto de los españoles que su figura es garante de la unidad del pueblo español y,por ende, nos asiste el derecho a que su regia persona no sufra menoscabo alguno venga éste de donde venga. La Monarquía Parlamentaria que hoy por hoy está vigente en nuestro país se asienta sobra las exigencias relevantes que el Rey habría de jugar, y su figura no podía estar más alejada de las funciones a las que ahora en algunos ámbitos políticos que están en la mente de todos pretenden situarla.
Asistimos a tiempos calamitosos en los que se exigen sobremanera una estabilidad institucional con raigambre y fuerza para salir de una agobiante crisis sanitaria sin precedentes. Vivimos, empero, situaciones que provocan de manera inaudita el descontento de la mayor parte de la población, tales los ataques la Corona, poniendo como blanco a Felipe VI. Un injusto y torticero proceder que, para mayor inri, parten del propio Gobierno del país y, en concreto, de algunas de sus relevantes figuras,sin que al parecer se muestren cortapisas de quien, por su alta posición podría vetarlas sin contemplaciones.
Toda deriva que venga a poner en solfa el papel constitucional del Rey se nos antoja que no puede por menos que dividir a la ciudadanía en bloques antagónicos creando confusión, dudas y crispación. Contra esta deriva se han alzado voces de antiguos dirigentes de partidos antagónicos, tales Rajoy y González, quienes coinciden en resaltar, apoyando la Constitución e instituciones, que Don Felipe ejerce sus funciones de modo “«impecable, con completa neutralidad y con una prudencia exquisita». Deberían tomar buena nota algunos de nuestros políticos de ahora de este aserto que la mayoría apoyamos sin fisuras.