Por lo que se está viendo está claro que no aprendimos la lección. Se puede afirmar con conocimiento de causa la tajante sentencia que “con sangre entra “, cuando se quiere dejar claro que lo que pase o suceda se nos quede grabado de manera indeleble en el magín,obedeciendo para que esto suceda a una férrea manera de hacernos ver la sinrazón o el mal que nos corroe y aniquila si nos obstinamos en volverle la espalda de manera ya inconsciente, ya arbitraria. La primera oleada de muertes a causa del maléfico virus en los meses del inicio de la primavera no parece que nos haya hecho aprender la lección de lo se debía o no hacer para no sucumbir otra vez en sus garras. Llegan los fríos invernales y todo hace pensar que la virulencia se intensifique.

No caben esperas ni subterfugios. Forzoso es que el Gobierno coge por los cuernos esta bestia inmunda de la pandemia e intente abatirla empleando todos los medios habidos y por haber para abatirla más temprsano que tarde. Cabe esperar de quienes nos gobiernan que esgrimen fortaleza y huyan de las titubeos que no hacen sino acrecentar nuestros temores ni hacernos debatirnos en un mar de temores y dudas. El desastre es palpable y son urgentes medidas más estrictas y que cada palo aguante su vela. Porque no es admisible que se apruebe un estado de alarma en las más altas magistraturas del Estado y a renglón seguido dejen las decisiones perentorias al albur de las comunidades autónomas para que sean ellas quienes decidan. Una decisión férrea debe venir desde las más altas instancias del Estado, porque cuando así ocurrió en los pasados meses del fragor de la primera ola se logró de manera fehaciente cortar los vuelos del virus y se aplanaron las curvas de enfermos y defunciones.

Es un hecho evidente que varias comunidades autónomas vienen pidiendo un día sí y otro también el confinamiento domiciliario que en los meses -últimos de la primavera tan buenos resultados ofrecieron, pero he aquí que el Gobierno hace caso omiso a sus requerimientos. Antes se impusieron las premuras para la desescalada; hora vemos como ocurre lo contrario, a saber, volver al encierro domiciliario más temprano que tarde. Pero por lo pronto el Gobierno dice que ¡nones! a quiénes plantean esta cuestión. algo que no ha tenido por menos que generar confusión en las comunidades, las cuales no saben muy bien con qué carta quedarse y de qué manera habrán de decretar su estado de alarma.

El presidente Sánchez, ante el presumible colapso en los hospitales más temprano que tarde tras ceder la gestión de la pandemia a las autonomías, está por verlas venir y adopta la postura de la espera para calibrar el éxito o fracaso de las medidas hasta ahora adoptadas. Ante esta tesitura se han levantado las voces de algunos presidentes autonómicos que ven como salida al impasse que fustiga a las regiones que comandan la necesidad de un nuevo confinamiento con la premura que lo han hecho países de nuestro ámbito cercano, casos de Francia y otros países limítrofes.

Ya digo, no hay subterfugios: quienes desde las altas esferas del poder nos gobiernan, y dado que de nuevo nos movemos en la incertidumbre y el horror de muertes in crescendo, no les queda otra que endurecer las medidas que vengan a frenar la hecatombe que de nuevo nos golpea de manera inmisericorde. No nos parece sensato que se acuda a un estado de alarma por parte de un consejo de ministros para a renglón´pon seguido dejar estas decisión en manos de quienes dirigen las comunidades autónomas. Si esta situación que salvó miles vidas en los meses pasados de mayor virulencia de la enfermedad no sería un despropósito que se decretase de nuevo. Pero eso sin que quetenga que ser sea sea por un periodo de seis meses como se nos anunció, pero por lo menos hasta que el conteo de muertes no sea tan drástico como hasta ahora se está comprobando de manera fehaciente. El virus golpea de nuevo sin contemplaciones y se intensifica su empeño.