La interrogante no es baladí. Se veía venir lo que podría ocurrir si no se ponen pies en pared para evitarlo más temprano que tarde. Las vacunas contra la Covid-19 están en el punto de mira de todos y cada uno de los Estados en los que ha sentado sus reales y amenaza con mermar su población en razón de su malignidad. Los gobiernos al grito de ¡desgraciado el último! apuran a las industrias farmacéuticas, las cuales se apresuran a la fabricación de vacunas que vengan a proporcionarles un retén más pronto que tarde de la substancia orgánica que venga a poner coto a los estragos que el mal viene produciendo en los territorios de medio mundo.
Pero hay algo que no dejado indiferente a quienes contemplamos esa puja desorbitada de los diferentes países en hacerse sin dilaciones ni pararse en mientes con un número de vacunas que doblan el total de los habitantes que se enseñorean en sus límites geográficos. La puja no se ha hecho esperar. A este tenor causa cuando menos estupor que haya países que en su desaforada apuesta para la compra de vacunas pretenden adquirir números astronómicos de ellas que supera con creces el de habitantes de sus respectivos países.
Detrás de esta pretensión desaforada de gobiernos de todos los colores políticos para comprar el fármaco que venga a desterrar el virus no vemos otra intención que de hacerse con cantidades ingentes de los fármacos sin otras motivaciones que el de las sospechas del fracaso de algunos o que los deseados no lleguen en las fechas esperadas a sus respectivos feudos. Algo que se muestra palpable no deja de sorprendernos: países con economías boyantes pugnan entre sí para hacerse con el mayor número de vacunas; incluso anhelan tener a su disposición un montante que en algunos casos triplican el número de sus habitantes.¡si será por vacunas! parece ser el grito de Estados Unidos, al que no les van a la zaga otros de la Unión Europea, y por supuesto, el Reino Unido.
Que hay detrás de estas desaforadas ansias de disponer sin cortapisas de vacunas en cantidades desorbitantes? Se nos antoja que no se fían de las que hoy por hoy se están fabricando y tienden a hacer acopio de todas las que ven la luz por si algunas no cumplen satisfactoriamente las expectativas, y siempre haya otras en las que echar mano llegado el caso.
Esta actitud desaforada de los países ricos por hacerse con la panacea salvadora más pronto que tarde conlleva el hándicap que países con menos recursos económicos no puedan acceder al número necesario de las que vendrían a poner coto a la enfermedad entre sus habitantes.Para hacer frente a esta más que previsible situación, la OMS, que vela por la salvaguarda de la salud de todos los pueblos sin distinción de raza ni color, y, por supuesto, que sirve a países menos favorecidos por la fortuna de cualquier latitud, decidió días atrás recabar dinero para crear un Fondo capaz de atender las deficiencias económicas de los que no pueden acceder a las vacunas en igualdad de condiciones que los más favorecidos por la fortuna, que sabemos es veleidosa.
El objetivo no deja de ser plausible: todos en igualdad de condiciones -ricos y pobres- capaces de llegar a finales del nuevo año que está en puertas pueda contar con una vacuna capaz de hacerle morder el polvo al virus que hoy por hoy no ceja en su empeño de soliviantarnos. Países y organizaciones que propugnan la igualdad sin distinción de clases sociales exigen a los países ricos que abandonen sus posturas de sesgos elitistas y desechen sus aspiraciones de acaparar vacunas en detrimentos de los más pobres, caso de India y Sudrafrica, que claman por un reparto justo y equitativo. Algo que no llevarse a cabo nos perjudicaría a todos porque como se afirma con rotundidad por parte de quienes estos saben y mucho “estamos protegidos todos o no lo está nadie”. Vacunas para todos o el barco zozobra con toda la tripulación dentro.