Si bien las vacunas vienen siendo nuestras aliadas para frenar sus ímpetus, parece estar lejos aún hacerle morder el polvo de forma definitiva al temible virus. Se ha logrado, si, frenar sus ímpetus devastadores en la población más adulta. Cierto que para quienes más años sostienen en sus espaldas se ha abierto una tregua en el número de víctimas propiciatorias. La vacuna lo ha hecho posible, y es alentador que quienes más años acumulan sed ha abierto un cielo claro y prometedor, lejos de los negras nubarrones que suponían sus zarpazos traidores.

Añoramos la normalidad, pero para lograrla nos toca esperar. Puede que la pandemia esté dando sus últimos coletazos devastadores, pero sería un error garrafal pensar que se ha vencido el virus: sigue, para nuestro horror.  vivito y coleando, capaz de seguir subyugándonos a poco que levantemos el pie del freno que amortigua sus mortíferas acometidas. Todo apunta a que, en la estación veraniega, tiempo añorado por lo placentero de su discurrir, pero que ahora virus campeando por sus respectos se reviste con tintes sombríos y atenta contra el tranquilo discurrir de los días otrora halagüeños y felices.

No tenemos por menos que agarrarnos a un clavo ardiendo cuando consideramos que las vacunas aquí y ahora va una velocidad de crucero y que puede que no frene en demasía la llegada del turismo de allende fronteras que ansía   disfrutar de sus vacaciones en nuestro país. Pero todo parece indicar que, de seguir la escalada actual del virus, estas visitas veraniegas se resientan en grado sumo y no presenten el colosal discurrir que venían siendo habitual en años anteriores a la aparición del mostrenco y letal enemigo.

Es una noticia positiva y que nos hace augurar días mejores de los vividos es que de la vacuna se puede decir que va a velocidad de crucero, lo que no quita que, al mismo tiempo, y con la misma celeridad se están dando los repuntes de contagios. Vamos bien, lo que no quita que la incertidumbre originada por los repuntes sean un hándicap para que se tuerzan las in tenciones de más de 15 millones de turistas que, según las apreciaciones del Gobierno, tienen en mente dejarse caer por las tierras hispanas.

Para agudizar el problema acaba hacer aparición la matación Delta es extendiendo sus acometidas sobre la península: sus acechanzas se dice que son más temibles y de efectos más rápidos que sus antecesores. Pero ya estamos aprendiendo de las acometidas de estos enemigos tan invisibles como implacables. Avanzan imparables los vacunados y es seguro que se hará morder el polvo a esta variante que ahora extiende su dominio por muchos de los ámbitos de nuestro mundo. Existen los temores, pero crecen de manera exponencial las esperanzas en que sabremos detener sus quebrantos. Con reparos y, manteniendo las normas emanadas desde instancias médicas y políticas superiores, sabremos sortear las acechanzas del virus que no ceja en su empeño de hacernos morder el polvo. Temores y esperanzas al unísono.