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José Becerra

La provincia a vuelapluma

RONDA, LA MAGIA DE UNA FERIA

RONDA, LA MAGIA DE UNA FERIA


JOSÉ BECERRA GÓMEZ

Si mayo es el mes de los ganaderos por excelencia en Ronda, de la misma manera lo es septiembre para el mundo del toreo. La feria del primer mes sigue la tradición popular de la compra y venta del ganado – “quiero aquel caballo cuatralbo”; “aquella vaca lucera es mía” – al aire libre, en transacciones en las que manda el tira y afloja, el “esto quiero “ y el “esto te doy”, culminando con el apretón de manos, solemne y serio, para muchos de mayor validez y garantía “ que todo lo que digan los papeles”. La segunda, la feria de septiembre, es la de la exaltación del toreo rondeño como exponente de una tauromaquia pura, seria y pundonorosa. En la historia de este toreo, intrínsicamente rondeño, escribieron sus mejores páginas las familias de los Romero y los Ordóñez. Y esto es lo que se festeja ahora en la corrida goyesca, que en este año llega a su cumbre con el paseíllo por el albero de los hermanos Rivera: el toreo que guarda las formas, que huye de los aspavientos; el torero que manda en la arena con porte señorial. De una y otra forma de enfrentarse al astado dejó excelentes muestras Antonio Ordóñez, el maestro por antonomasia.

   Se confirma ya la reaparición de Morante de la Puebla para el el sábado día 7, después de los días que siguieron a su última y grave cogida en Huesca y que mantuvo en expectación a la afición rondeña. Seis toros de Domecq, seis, olisquean ya la madera del encierro dispuestos a hender con sus astas el cielo azul y limpio de la tarde de Ronda (la calesa,emperifollada para el paseíllo del maestro sevillano).

Pero siendo la goyesca y su enorme poder de convocatoria, de alcance internacional – no hay más que ver los personajes y personajillos que en estos días se dejan caer por aquí – el eje sobre el que pivota la feria septembrina, no lo es todo. Si existen ciudades de Andalalucía que ejercen intensa seducción sobre las imaginaciones, Ronda es una, sino la principal, de ellas. Pone en juego para ello los poderes que le conceden su carácter monumental, entendiendo el adjetivo más que por sus dimensiones, por el número y el valor artístico de los monumentos que encierra.

En cualquiera otra celebración se podría hablar de la Ronda prehistórica (dólmenes); de la Ronda romana (ruinas de Acinipo); o árabe (Baños). Para la conventual y religiosa recurrimos a sus numerosos conventos e iglesias por cuyos muros y facturas arquitectónicas resbalan todos los estilos desde el mudéjar, al barroco, y desde el gótico al neoclásico. Algo similar cabría decir de los edificios nobles y señoriales ( Mondragón y Salvatierra). Coincidiendo con la feria de Pedro Romero lo obligado es aludir a la Ronda del siglo XVIII, siglo en el que la ciudad conoció un auge inusitado, reflejado en la eclosión demográfica que rompió los límites que hasta entonces la constreñían.

El turolense Martín de Aldehuela construye el Puente Nuevo con el que se abren panorámicas increíbles sobre la profunda hoz que separa el casco antiguo del moderno. La Real Maestranza ultima l construcción de la plaza de toros, el coso de mayor tamaño conocido. En él, Pedro Romero dará – después de matar más de 5.000 toros en la Península sin pasar una sola vez por la enfermería- singular lustre al toreo rondeño.

Ronda se sumerge en el fervor de la feria septembrina en un ambiente entre dieciochesco y decimonónico. Se vuelve por unas horas al mundo de Goya, quien por cierto inmortalizó a Pedro Romero, además de crear su famosa Tauromaquia, y la indumentaria de toreros y damas goyescas reviven cuadros y escenas de tiempos pretéritos y de incuestionable encanto.

Viendo por el real de la feria el ornato de las damas goyescas en calesas enjaezadas o a grupas de alazanes cabalgados por jinetes ataviados de época, desfilan por la mente de quienes lo contemplan acontecimientos felices o aciagos de antaño: epidemias, sociedades prehistóricas, desamortización eclesiástica, guerras carlistas, andanzas de contrabandistas y bandoleros que causaron pavor como los “Tragabuches”, “Pasos Largos” y Flores Arocha. Y, también, la nómina de hombres preclaros, como el político y tribuno Ríos Rosas; y Francisco Giner de los Ríos, quien utilizando la vía de la Institución Libre de Enseñanza, revolucionó los postulados de la pedagogía en España.

La feria de septiembre reverdece con más luces que sombras el pasado reciente de la ciudad del Tajo, en estos días por la magia de las remembranzas, más “ciudad soñada”(Rilke), que nunca.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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