Los que ya no sólo peinamos canas someramente cubriéndonos de tinte plateado las sienes sino que las lucimos dueñas y señoras de la cocorota si es que la alopecia nos dejó sin rastro de ellas, y al mismo tiempo contemplamos como nuestras vidas se deslizan peligrosamente por el declive que conducirá indefectiblemente al final, nos debatimos en un mar de preguntas que, o no podemos responder o nos desasosiegan vivamente por mor de las circunstancias conexas.
La incertidumbre ante el futuro se enseñorea de nuestro pensamiento y buena parte de ella obedece al temor de que, llegado el quebranto serio de la salud, no podamos contar con instalaciones hospitalarias y atención pronta y eficiente.
Nos infunde pavor las declaraciones efectuadas muy recientemente por la Asociación de Consumidores de Málaga- UCE, contenidas en un informe en el que deja traslucir que “el lamentable estado en que se encuentran los hospitales y los centros de salud de Málaga y la provincia”.
Es a lo que iba: se nos ponen los pelos de punta a los que nos veremos abocados, más temprano que tarde, a acudir a estas instalaciones de las que no hablan malhadadas complicaciones anejas. Por ejemplo, para que nos socorran en las urgencias, por una gestión que, al parecer, deja mucho que desear y que se teme sea producto del prurito de las autoridades sanitarias de ahorrar gastos con recortes en un sistema cuya defensa debería ser sagrado para quienes políticamente nos rigen.
No hace mucho un alcalde de la Serranía de Ronda, el alcalde de Benaoján, Paco Gómez (sí, hombre, el de los cigarros en los plenos) tras una experiencia personal en el Hospital Comarcal de Ronda, calificó a éste de tercermundista. No le faltaba razón, y es el sentir del grado de impotencia ante estos hechos que hacen mella en el españolito de a pie.
La consejera de Salud, María José Sánchez Rubio, por su parte, se muestra enérgica en defensa de la sanidad pública malagueña. Le asiste la razón cuando haca hincapié en los profesionales que nos atienden, algo que compartimos plenamente.
Reconoce, no obstante, los problemas suscitados en las urgencias y habló de urgentes mejoras y aumento de las contrataciones. Pero si una imagen vale más que mil palabras nos quedamos con las que se han difundido de enfermos en pasillos o las deplorables que hablan por sí solas de la lamentable situación de salas y estancias del Carlos Haya. Dan que pensar, y no para bien. Pavor nos provocan.