Los que siguieron de cerca el momento de la entrada del féretro del presidente Suárez en el Congreso de los Diputados y los que presenciamos el acto a través de los medios de comunicación que lo catapultaron a toda España echaron en falta algo que se presuponía: los honores a la personalidad que había de yacer en el catafalco `córpore insepulto´. Faltaron cuando iba camino de la sala de `los Pasos Perdidos´. Era lo que se requería y en justicia merecía. Se dijo que iba a seguir el mismo protocolo que se estableció tras la muerte del presidente Calvo Sotelo y salvando las distancias que mediaba entre las dos figuras política no son pocos los que, sin olvidar la importancia que tuvo en su día el segundo presidente de la democracia, hay que reconocer que no tiene parangón con la relevancia del primero en tantos aspectos y circunstancias. Son las que auparon a Suárez a un lugar de la Historia reciente de España que pocos han alcanzado o alcanzarán en el futuro.
No nos bastaba el redoble lento del tambor acompañando al presidente hasta la entrada de la capilla ardiente. Ni las erguidas y hieráticas figuras de los últimos presidentes del Gobierno. Faltaba algo. Y era la presencia de los tres ejércitos, Tierra, Mar y Aire, además de la Guardia Civil que sí estuvieron presentes brindando los honores de rigor cuando los restos mortales de Adolfo Suárez se depositaron en el armón de Artillería que había de recorrer algunas de las calles principales de Madrid antes de partir en un furgón hacia Ávila. La decisión de estos honores póstumos parece que fue debida al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy. No podía ser más lógica y apropiada. El Ejército saldaba su deuda con el eximio gobernante.
Los avulenses que dieron el último adiós as su presidente entre lágrimas y aplausos asistieron al sepelio sumidos en la consternación. Y se oyeron algunas voces dirigidas a los personajes de relieve político que encabezaban, tras la familia, la comitiva. “Aprended de lo que estáis viendo” se oyó alto y claro. Un mensaje que no debería caer en saco roto. Importa seguir los pasos del gran estadista fallecido siguiendo su ejemplo de rectitud y entrega total y absoluta en la defensa del pueblo y que se resalta en el epitafio que figura en su tumba: “la concordia fue posible”. Que aprendan la lección.
JOSÉ BECERRA GÓMEZ