No costarán por ahora el exorbitante precio que nos anuncian. Pero es probable que un futuro, que se nos antoja no muy lejano, pueda que escalen montos imposibles de pagar por el españolito de calle. Se pondrá coto, entre otras dolencias que ahora nos apabullan, al cáncer o la hepatitis C o al temible infarto y las enfermedades que arrastramos por mor de la herencia familiar, pero eso nos costará un ojo de la cara y es posible que el otro: ¿serán los potentados quienes puedan hacer frente a esos estados mórbidos considerados hasta ahora como incurables?
Andamos los que ya pasamos la frontera de los 60 cariacontecidos por el cariz que se espera muestren el precio de los fármacos destinados a la lucha contra las enfermedades capaces de diezmar por su saña a la población, sobre todo a los de edad avanzada, aunque no están libres los que aún no llegan al crepúsculo de la vida, y sentimos sobre nuestras cabezas la frialdad de la guadaña capaz de cegarla de un tajo.
Se intensifica la investigación en los laboratorios, la cual resulta cada vez más luenga y costosa con lo que sería extraño que los precios de los medicamentos no adquieran proporciones desmedidas. Me refiero a los que diseñan recursos para frenar el avance de estados mórbidos poco prevalentes como el cáncer en sus múltiples caras a cuales más temibles por lo maléficas. Selectivamente atacan las células malignas respetando a las más próximas y sanas. Éste es un logro que nos va a permitir alargar un poco nuestra estancia en la tierra, este valle de lágrimas para algunos.
Pero todo esto tiene un precio abultado y no se sabe si podremos arrostrarlo las economías más débiles. Y esa es la pregunta que nos hacemos y que nos inquieta sobremanera porque mucho nos tememos que el Sistema Nacional de Salud no puede hacer frente a esos costos ingentes que los laboratorios pueden aplicar a sus fármacos que, bien es cierto, han empleado cuantiosos medios científicos, económicos y humanos para conseguirlos.
Galenos y sistema sanitario coinciden en que el problema puede ser irresoluto a la larga y que pese a la política de extensión de la sanidad de manera universal temen que los costos no podrían ser asumidos, sobre todo por la población con economías poco boyantes. Consciente de ello no nos queda otra que procurar entre todos aliviar en lo posible los dispendios de Salud para no mermar en demasía el remanente existente y así se pueda hacer frente a los costos que puedan exigir las novísimas terapias contra esas dolencias agresivas hasta ahora de difícil curación. Se impone un uso más racional de los servicios que nos prestan; de eso se está hablando estos días y a todos nos interesa no hacer caso omiso de las advertencias.