Feria de Mayo de Ronda, sabor ecuestre por excelencia
JOSÉ BECERRA
Echó el cierre la Real Feria de Mayo dejando en el aire un batir apagado de cascos de caballos sobre el asfalto y un aroma de cuero – el de las monturas o jaeces – ,junto a un chocar de bridas en el viento sobre el murmullo de quienes no se perderían por nada del mundo tan brillante espectáculo: el noble bruto enjaezado o a lomo descubierto como protagonista indiscutible del evento. Si el mes de septiembre es para el relumbre del toreo con espadas de postín y de calesas ocupadas por deslumbrantes beldades rondeñas, el de mayo es para lucimiento de corceles enjaezados o desnudos de guarnición.
La feria del primer mes sigue la tradición popular de la compra y venta del ganado – “quiero aquel caballo cuatralbo”; “aquella vaca lucera es mía” – al aire libre, en transacciones en las que manda el tira y afloja, el “esto quiero “ y el “esto te doy”, culminando con el apretón de manos, solemne y serio, para muchos de mayor validez y garantía “ que lo que digan todos los papeles” .
El domingo llegó a su culmen el “pase” de casi una centena de alazanes como si de la más estirada pasarela de moda se tratase. Aquí el caballo andaluz, el árabe, el pura sangre, el español…, todos rivalizando ya en gallardía y nobleza, ya en aguante y velocidad. El marco más apropiado para el lucimiento de los rocines, el VIII Concurso Morfológico o el de Doma Vaquera,que reunió una ingente número aficionados a la montura y enamorados del ganado equino.
Porque el caballo y sus andares también es enamoramiento y poesía. Veamos si no estos versos de la poetisa Carmen Conde: “…Llevaban las crines sueltas/ cabelleras de muchachas/ que unas túnicas vestían/ como los caballos, blancas/ ¡ Qué galopar tan certero, qué crines sueltas al viento/en un correr tan ligero! ( Si por algo yo lo siento/ es porque no te vio a ti/ sobre uno de ellos, corriendo”).