Intenta abrirse paso en el panorama político español el movimiento Podemos, del cual se habla largo y tendido desde que en las pasadas elecciones europeas dejara a algunos boquiabiertos por el asombro ante el magnífico resultado obtenido. Nada menos que cinco de sus miembros sentarán sus posaderas en el Parlamento Europeo, precisamente en medio de esa llamada por sus líderes casta política con no pocas intenciones de vituperio hacia ella.
Los que pronosticaban para la formación un sueño de verano de imposible materialización empiezan ya a admitir que vino para quedarse. Incluso en Málaga y la provincia – hay pequeños pueblos, entre otros los de la montaraz Serranía de Ronda, donde ya empieza a colear, tímidamente, pero lo hace – se detectan corpúsculos que no dudan en mostrar sus simpatías por Pablo Iglesias y exteriorizan con más o menos contundencia verbal su advenimiento a la arena política.
Sin embargo, convendría sosegarnos y, sobre todo, mirar con lupa y sopesar la cascada de promesas que la novísima formación ofrece a quienes, maltratados y descontentos con la actual situación política del país, los casos de corrupción imperantes, la desconexión de los grandes partidos con la gente de a pie, y el largo etcétera de cuestiones que nos agobian, la reciben como un maná que vendría a acabar con sus tribulaciones. No es oro todo lo que reluce, que sentencian los más viejos de cada lugar, con esa sapiencia que dan los años.
Por lo pronto habría que considerar si se abomina de Europa, ¿cómo es que se aspira a figurar entre los que encausan y marcan los pasos y las directrices europeas? Que se quiera o no estamos en ella, para bien o para mal y resulta un contrasentido combatir esa permanencia que resulta crucial para el entendimiento y desarrollo de los países que figuran en la alianza.
¿ Se podrían expropiar los bancos y las empresas como se propugna alegremente? ¿ Podríamos abjurar de la deuda pública y negarla sin más haciendo tabla rasa de los intereses de nuestros acreedores? Y si eso se lleva a cabo, ¿quién volvería a prestarnos dinero para solventar nuestras urgencias de pagos?… Subir los salarios, se preconiza, pero, ¿lo soportarán las empresas? ¿ No se buscarían otros conductos en el exterior para fabricar lo que aquí se haría inviable con alzas desmedidas de soldadas? ¿ Resistiría la Seguridad Social si nos jubilamos en edades más tempranas y no entran en las reservas lo que garantiza un remanente para atender las pensiones?…
Cree uno, sin la menor animadversión a quienes se muestran adalides del nuevo movimiento social – que tienen todo el derecho a pronunciarse, a hilvanar manifestaciones y a pedir un referéndum sobre un nuevo modelo de Estado monárquico o republicano -, que se habrían de considerar las posibilidades de que las demandas sociales que ahora están en candelero puedan llegar a buen puerto. Porque, ¿podemos? ¿O no serán sino ruido de salvas al aire condenadas a desvanecerse a poco que sople el viento?
Foto: Diario SUR