Se encuentra en vías de tramitación en el Ayuntamiento de Ronda el proyecto de construcción de un geriátrico que abrirá sus puertas presumiblemente en 2016, o sea, que está al caer.
Lo de geriátrico repele así a brote pronto, por lo que hay que apresurarse a quitarle hierro a la denominación: nada que ver con un psiquiátrico que tiene otras funciones y acoge a personas con afecciones que radican en la mente, aunque bien pensado también los ancianos entre los que voy empezando a militar, no pueden presumir de un estado cognitivo perfecto, que los años, que no perdonan, ha ido restando fuerzas a los músculos y a la psiquis en un proceso parejo e irreversible.
El término geriátrico -no digamos el de asilo -posee otras connotaciones mejor sonantes para aquellos que barruntando el ocaso de sus días se ven impelidos de grado o por fuerza a recluirse en uno de estos establecimientos reseñados con la pátina de lo social, tales son residencia, hogar, casa de acogida… Se pretende con las denominaciones últimas dulcificar, ya digo la trágala de vivir de manera diferente a como se ha venido haciendo en los años del esplendor vital.
Parece que la construcción del edificio presenta todos los visos de ser una realidad más temprano que tarde ya que la empresa que está detrás de ella abonó días atrás una considerable suma – alrededor de 150.000 euros de vellón – en concepto de licencia de obras. Requerirá una inversión de más de 3 millones de euros, que presumiblemente serán los que se necesiten para poner en pie el complejo asistencial de mayores, la cual contará con un centenar de habitaciones entre dobles y sencillas que será una obligada referencia en la carretera de El Burgo, a dos pasos de la ciudad del Tajo.
Sin cortapisas por parte del Ayuntamiento, el cual considera de interés que el proyecte cuaje por lo que puede significar para la vecindad ya sea residente en el municipio o en otros colindantes de la Serranía de Ronda y que se traduciría en un servicio social imponderable, amén de un bienestar incontestable para nuestros mayores, habría que ver, si una vez que la residencia abra sus puertas, las plazas que se oferten estén dentro de las posibilidades económicas de los posibles usuarios.
Porque si los precios resultan prohibitivos, y dado los recortes que el Gobierno central viene imponiendo al sector de mayores dependientes, habríamos hecho un pan como unas tortas.