Se reafirma el otoño pese a que los calores se aferran como la hiedra al tronco tanto cerca del mar como de la montaña. Una terquedad que solo será de días: amanece más tarde y la noche aligera su paso para salirnos al encuentro. Días cortos y tardes insípidas: el ánimo de alicorta y todo a nuestro alrededor muestra repentinamente un cariz más sombrío, como desalentador. Son días para la melancolía o el recuerdo. Husmeando entre mis papeles me encuentro algunos versos que en su día pergeñé pero que permanecieron olvidados luengos años. Desempolvados los iré dando a luz por si algún lector juzga perder unos instantes en su lectura, que ahora es tiempo para volver con el recuerdo a tiempos pretéritos.
GOYESCA Y ANTONIO ORDÓÑEZ
RONDA toda es un único hervor,
y el sol casas señoriales blanquea.
En la calle una beldad coquetea
¡ Sus ojos verdes van pidiendo amor ¡
Vino, toros, mujeres: esplendor.
Un mozo pinturero donjuanea,
a lomos de un cuatralbo al que espolea.
La feria septembrina es puro hervor.
En la plaza que un rey Borbón dejó hecha,
Tres famosos diestros se han saludado
La muerte en los toriles acecha.
Del tendido alguien un suspiro ha lanzado,
una oración sube como una endecha
por el gran maestro jamás olvidado.
LA SERRANÍA, SIEMPRE
No sobrecogen las abruptas sierras
ni desaniman los tortuosos bosques.
Las laderas pedregosas alientan
a mil seres que perviven y mueren.
Siempre ha sido así, lo fue y se mantiene.
Antes campearon los bandoleros
Los que marcaron el mal en sus mientes,
y los próvidos que todo lo dieron.
Jacos con contrabandistas valientes
de Gibraltar portaron el tabaco,
a trote fiero o con pasos silentes
por atajos, veredas y altozanos.
Sobre sus cúspides vuelan rapaces,
el cóndor y los buitres leonados,
saltan ágiles cabras montaraces
y el lince de vivaces ojos pardos.
La Serranía de Ronda agreste y brava,
Cielo azul sobre fríos altozanos.
CUEVA DEL GATO
Mediodía. El sol en todo lo alto.
En la fría profundidad del charco
desbandada de peces, plata huidiza,
como leves palomas asustadas.
Bochorno, quebró la brisa en la jara,
y el silencio roto por el murmullo
de la catarata y su burbujeo.
Desnudo, respiré la infinitud
con la delectación de un dios pagano.
En mí mismo la plenitud del día.
La Creación había empezado.
Rompió mi cuerpo el espejo del agua.