Una feria para comérsela

Benaoján, al cual un poeta lugareño, situó con veracidad y entre ripios como“ entre peñas escondidos”, concluyó el pasado fin de semana su anual feria de la chacina. Puede que haya otros pueblos serranos que le ganen en otras cuestiones, pero en la elaboración a conciencia de embutidos no creemos que ninguno de ellos le dispute el lugar preeminente. Una tradición artesanal que viene de siglos atrás y que se convirtió en santo y seña indiscutible de este pueblecito del Guadiaro que se asoma con timidez a las pobres aguas del rio que antaño fueron limpias y tumultuosas en su camino imparable hacia el mar entre los entresijos agrestes del Campo de Gibraltar.

Chorizos suculentos, morcillas lustrosas, lomo frito y todo un plantel de delicias provenientes de ese animal hozador que tanta veces se ha comparado como un olivo de cuatro patas por la excelencia de los condumios que proporciona tan necesarios para la vida del hombre y acrecentar su salud.

Vinieron como siempre para el evento autoridades malagueñas y andaluzas – el vicepresidente Valderas entre ellas – que pusieron el toque de distinción en la feria, junto a las locales, el alcalde del municipio a la cabeza. Todos animados por la cuchipanda que se prometían y que aparecía tentadora a sus ojos. Mujeres ataviadas con trajes de faena a la antigua usanza empleado desde siempre para la pulcra elaboración de la viandas. La vecindad con traje de fiesta que nunca quiere perderse la asistencia a la muestra anual de lo que Benaoján puede ofrecer a Málaga, a Andalucia y al resto del mundo, que no pocas veces estos productos benaojanos subieron más allá de las fronteras que imponen los Pirineos.

Si esta vez no pudo asistir a este acontecimiento gastronómico apúntelo en su agenda para hacerlo la próxima vez. Vale la pena. Ya le digo, una feria para comérsela y dejar el plato limpio y relamido.