Piropos sin trabas
Quieren ponerle coto al piropo, ese comentario laudatorio de los encantos que concurren en la figura de la mujer. Una frase corta, aguda y zalamera en la mayor parte de los casos y que está tan enraizada en España, no digamos en Andalucía y los pueblos que la conforman a lo ancho y largo de su toponimia, como la afición por los toros, el cante grande o la admiración por las hembras retrecheras (y éste es el caso) , o sea, esa inclinación tan genuina que nos hace exteriorizar nuestros sentir a viva voz y que nos diferencia del resto del universo mundo, donde al parecer son más comedidos, entre otras aficiones que hablan de la singularidad del país.
La cuestión es que desde del Observatorio de Violencia Doméstica y de Género se ha señalado que el pìropo por muy tradicional y asentado que esté entre los españoles “atenta contra la intimidad de la mujer”. Con todo respeto a esta institución que tanto bien viene haciendo en defensa de las mujeres maltratadas y que no tenemos por menos aplaudir consideramos que se han sacado un poco las cosas de sitio. Admitimos que son reprobables los piropos zafios y groseros que retratan a quienes lo lanza y son exponentes de su baja catadura moral y cívica y que, obviamente son un insulto flagrante para la mujer, por lo que no merece sino repulsa.
El piropo español por antonomasia es otra cosa: una frase corta, ágil, ingeniosa y bien intencionada que pretende resaltar la belleza de una fémina sin la menor intención de ofenderla, bien alejado de lo obsceno que siempre ha de ser reprobable. Tengo para mí que la mujer atractiva que escucha a su paso sin gestos procaces ni sentido erótico sino de sencilla admiración por los encantos de su silueta, piropos como “Dios te creó y Miguel Ángel te retocó”, o este otro: “ El sol y la luna no se pueden comparar con este lucero que acaba de pasar”, o este que escuchamos en la calle de la Bola de Ronda al paso de una moza atractiva “Quiero ser príncipe para hacerte mi princesa y después ser rey para que fueses mi reina”, no puede por menos que sonreír, satisfecha en su interior por las gracias que Dios le concedió.
Indagando en los entresijos de nuestra lengua encontramos que la palabra piropo viene del griego “pyropus”, término que se adoptó en el siglo XV para designar una piedra de color rojo brillante. No podía tener más evocadoras raíces. La copla popular española se hizo eco de esta salutación y encontramos adentrándonos en el folklore español estas deliciosas letrillas:
“El piropo,
el piropo es español,
por si usted no lo sabía,
el piropo,
el piropo es una flor,
de los labios desprendida,
el piropo,
el piropo es español
como una bata de cola,
es flamenco y corazón,
que se arroja con pasión,
a los pies de una española.
No nos parece que atente contra la mujer ni pensamos que se le puedan poner trabas.