Participaciones preferentes les dijeron que eran en bancos y cajas, cuando le animaron alegremente a que estamparan su firma al pie del documento contractual, lo cual hicieron no con menos júbilo. Pero su gozo en un pozo: las participaciones tenían el carácter perpetuo y se ligaba a los beneficios de la entidad que los emitía. Ni siquiera estaban cubiertos por el Fondo de Garantía de Depósitos, una cláusula estatal que, por lo menos, da cierta confianza a los imponentes. Ahora no pueden disponer de su dinero.
Tengo para mí que se ha jugado con la buena fe de los impositores, en su mayoría ahorradores pensionistas que tuvieron a bien confiar a las entidades financieras “el ahorro de toda una vida”, como advierten desdela Asociación Usuariosde Bancos y Cajas (ADICAE). Los depósitos bloqueados entrañan dificultades sin cuento para ser recuperados, y si al final se consigue mucho es de temer que hayan sufrido sustanciosa merma.
A todas luces nos encontramos con una práctica abusiva, en este caso contra los mayores que con muchas penalidades consiguieron reunir un patrimonio que ahora se encuentra bloqueado y sin posibilidad de disponer de él a su voluntad. Una mala pasada.
JOSÉ BECERRA