Fuentes de antaño en el interior de la provincia malagueña
¿Qué pueblo del interior de la provincia de Málaga no presumía de su fuente? ¿Cuál no deleitaba los oídos de los viandantes cercanos con el gorgoteo de su agua fresca y cantarina además de aliviar su sed? ¿Qué mujer no se acercó a ella, cántaro en ristre, para hacer provisión del liquido elemento y satisfacer las necesidades del hogar?
Pero se acrecentó la población y consecuentemente los conductos subterráneos llevaron el agua a todos los hogares: la fuente pública dejó de ser insustituible para solventar las necesidades del pueblo. Quedaron como reliquias antiguas los cántaros de barro que habían servido para transportarla y que tan decisivo papel desempeñaron durante siglos. Y el agua escaseó al compás del crecimiento urbano, y se hizo insalubre, acarreando la presencia simultánea de las botellas de plástico que acabaron por emponzoñar la Tierra: vinieron para quedarse definitivamente y acarrear problemas de contaminación insolubles.
En la comarca de Ronda, por la que me muevo con frecuencia y con la que no deseo romper mis lazos, solo quedan fuentes que son objeto casi de veneración, pero a las que ya no se acercan las mujeres con el cántaro ya en la cabeza, ya en el cuadril para hacer acopio del bendito y líquido elemento. En Ronda, La Fuente de los Ocho Caños, recuerda su antiguo esplendor en la calle Real: sus carcomidas piedras que enmarcan las rosetas que encuadran los escaños, data de los tiempos de Felipe V y no dejan de ser un testimonio fiel de la ciudad y de su pasada historia.
En Benaoján desapareció la fuente de la Plaza de la Iglesia (un desacierto evidente por parte de un regidor municipal que habría que lamentar) en aras de aumentar las plazas de aparcamientos. Una aberración. En las inmediaciones del pueblo desapareció el nacimiento-fuente de La Fresnadilla, un lugar idílico donde transcurrieron momentos agradables de mi mocedad incipiente merced a las aguas frías como cuchillos que de ella manaban.
En el vecino Montejaque,perdura, sin embargo y con buen juicio de los consistorios sucesivos,la Fuente de los Tres Caños, en cuyo frontal,en una cerámica ajada aparece una inscripción que habla por sí sola de su antigüedad conminando a la vecindad que haga mal uso de ella con la multa de “1 peseta”. En este municipio,que hace gala de enquistadas tradiciones, se celebra con asiduidad, el Juego de los Cántaros, en los que se reverdecen las idas y venidas a la fuente de las féminas del lugar con estos recipientes en la cabeza y sobre las caderas, haciendo alarde de fuerza y destreza.
Ya no se entona la pegadiza cancioncilla de jovenzuelos enamoradizos cuando escuchaban el alegre borboteo de la fontana del pueblo: “ Ya no va mi niña a la fuente, ya no no va, ya no se divierte…”. Sencillamente porque las fontanas fueron desaparecieron de la faz de los pueblos paulatinamente a remolque de los nuevos tiempos.
Fuentes cargadas de historias y recuerdos imperecederos: ¡ Cuántas citas en sus inmediaciones! ¡Cuántas correrías de niños en su torno! ¡ Cuántas idas y venidas en las noches calurosas del estío cuando los gaznates sedientos ansiaban el agua refrescante que tonificaba el cuerpo y además era gratis!
Las botellas de plástico invadieron el planeta, obviamente también llegaron a los pueblos dormidos al sol de la provincia de Málaga, emponzoñado el entorno. Ese es nuestro pesar ya inconmovible porque no hay vuelta atrás.
Los que ya peinamos calvos o nos quedamos sin pelambrera en la cabeza mantenemos en nuestras retinas la imagen del hontanar que animó nuestros días de la infancia y lo añoramos como un bien que se nos arrebató injusta y arbitrariamente. En silencio, contemplando el lugar que ocupara en su día el Pozo de la Ermita benaojana, sitio de mis esparcimientos infantiles, musito para m,is adentros los versos del poeta Gerardo Diego: “ Tiene nombre de mujer, aguas pura, cristalina, de maravillosa gota, es naturaleza y vida”.