Albert Rivera se hace querer
JOSÉ BECERRA
El máximo responsable de Ciudadanos, Albert Rivera, da muestras en sus declaraciones de que tiene “el rábano bien cogido por las hojas”, expresión ésta que los serranos rondeños endilgamos a quienes nos consta que de un asunto tiene muchas posibilidades de salir airoso. No lo dice Rivera abiertamente pero lo da a entender a la chita callando, aupado su ego por los resultados de las encuestas de todo signo que se vienen conociendo y que reflejan la intención de votos de la ciudadanía.
Le asisten toda la razón del mundo cuando afirma que su partido se presenta a las elecciones del 20-D limpio de corruptelas entre sus filas, al de lo que no pueden presumir PP ni PSOE, que se darán con un canto en los dientes para que, conocido el veredicto de los ciudadanos( que no parece se traduzca en mayorías absolutas) les eche una mano para formar Gobierno, el cual tiene el campo abonado para ser tripartito, dicho sea de paso.
Se deja querer Rivera porque sabe que entre él, Rajo y Sánchez anda el juego,mientras que Pablo Iglesias tendrá que conformarse con ser testigo de piedra, a lo que habrá ayudado y no poco su posición en contra de los políticos que hasta ahora han mantenido conversaciones con el actual presidente del Gobierno en la Moncloa sobre la sesesión de Cataluña y en las que se ha ratificado la unidad y el acato a las leyes emanadas de la Constitución.
La apreciación que Iglesias había obtenido hasta ahora se ha desmoronado como un castillo de naipes,pasando de la fuerza política que lidera a ser más que emergente, sumergida,a tenor de las escuentas que se están conociendo y que apuntan a que dejó de remontar el vuelo. “Más durá será la caída”, que se dice de los grandes boxeadores noqueados.
El resultado de los comicios, a no ser que ocurra un cataclismo político (la seseción de Cataluña sería uno de efectos incalculables), está cantado. Parece que el PP será el partido más votado pero estará lejos de la mayoría absoluta, la cual ya la puede dar por perdida. NO soy de los que denigran a Rajoy ain ton ni son: es cierto que hizo promesas incumplidas luego, pero hay que reconocer que se eludió el rescate de imprevisibles resultados para el país y que consiguió el aprecio de los jerarcas de la eurozona, quienes le animaron a seguir en la senda económica que había iniciado. Pero es lo único que de peso aparece en la balanza a su favor. Adole de esos atractivos que los eruditos de la comunicación y que se les antoja un don del que hacen gala los líderes carismáticos. No parece que emane de su persona esa empatía (del griego pathos, recurso destinado a emocionar o proximidad al pueblo): se le ve distante embutido en una torre de cristal, la sede de Génova, aunque en los últimos tiempos al verle las orejas al lobo se le ve haciendo titánicos esfuerzos para comunicar y hacer a los demás partícipes de sus intenciones y emociones.
Pedro Sánchez no acaba de cuajar por sus vitriólicos discursos y arremetidas contra el PP. Tanta inmisericorde actitud no parece que sea bien acogida por los que aún no tienen decidido su intención de voto en los comienzos que están al caer.
Se está de acuerdo y han sido causa de satisfacción en el electorado las entrevistas celebradas en la Moncloa entre los respectivos líderes políticos que velan armas para la cita del 20-N. Se pregonó la unidad y el respeto a las leyes en el peliagudo asunto de la pretendida independencia de Cataluña. Pareció deplorable,no obstante que Sánzhez, después de comprometerse con los postulados del presidente del Gobierno, afirmara al día siguiente, que de la candente situación catalana “era culpable Mas pero que Rajoy era el responsable”. Una puñalada trapera pocas horas después de que sellara su compromiso de unidad férreamente acordado, o eso es lo que se desprende de las manifestaciones emanadas de los tres políticos principales que se vieron las caras en la Moncloa días atrás.