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José Becerra

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Nuevas galerías para el asombro en la Cueva del Gato

Nuevas galerías para el asombro en la Cueva del Gato

JOSÉ BECERRA

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La Cueva del Gato no dejará nunca de sorprendernos. Es tal su magnificencia interior que aún los que nunca por razones obvias no podemos adentramos en sus laberínticas galerías, que solo conocemos por los reportajes gráficos y descripciones que de ellas nos hacen espeleólogos avezados, nos dejan pasmados. Ahora, merced a los trabajos y esfuerzos y, todo hay que decirlo a la paciencia y sapiencia de de miembros del Espeleoclub Pasos Largos, acaban de descubrirse dos nuevas galerías que se suman a las ya existente en esta singular espelunca.

 A la cueva del Gato, un lujo natural en la Serranía de Ronda, a tiro de honda de la ciudad del Tajo y Benaoján, se cita más que nada como estación prehistórica y espeleóloga, amén de como capricho de la naturaleza capaz de esculpir en roca granítica las furibundas fauces de un enorme gato eternamente asomado a las tranquilas aguas de un limpio río de cristalinas aguas. Surge éste como un exabrupto, a veces con la furia de las aguas desatadas de su vientre, sin solución de continuidad desde el inicio de los tiempos. Pero esta sorprendente cavidad no agota con estas facetas la totalidad de sus méritos como monumento natural. Ni mucho menos.

 El río Guadalevín (o Campobuche, para los amigos) que escupe el felino después de recorrer sus entrañas – más de 6.000 metros de laberínticas galerías y enigmáticas salas, escasamente visitadas por el hombre, precisamente por el peligro que entraña su recorrido –, crea a los pies de éste un gran charco capaz de poner frescura y sensación de bienestar en un lugar, si otrora ubérrimas tierras de pan llevar, ahora tan secas y lánguidas cual páramo. Sin apenas transición, una vez traspasado el frágil puente que nos permite llegar tras bordear un trecho a pie el río Guadiaro, vía que sirve de límite natural al Parque de la Sierra de Grazalema, se tiene la sensación, sobre todo, si se ha soportado durante horas el rigor de altas temperaturas, de abandonar un mundo inhóspito por la sequedad, a otro con apariencia de oasis por el grato frescor que inmediatamente se percibe. El helor de las profundidades de la espelunca se deja sentir, si llegar en ningún momento a ser desagradable, mucho antes de que hollemos siquiera su entrada.

Quede para otro momento la aventura de adentrarnos en sus recovecos. Si lo que buscamos son horas placenteras, bastará con permanecer en las inmediaciones del charco Azul y regocijarnos con la singular naturaleza que la envuelve.

Piedra desnuda, mimbreras y juncias en las riberas, el río Campobuche – sus aguas subterráneas afloran en el Gato, las cueles por un momento, sólo por un momento, rescatan el río Guadiaro de la ponzoña de la contaminación que arrastra aguas abajo –, y su torrentera desplomada crea un escenario singular. Milagro de un microclima que se enseñorea del conjunto poniendo barreras al verano y a las temperaturas extremas.

 Dicen los antiguos cronicones que aquí acampó el ejército de Julio Cesar antes de enfrentarse con el de los hijos de Pompeyo en la muy célebre batalla de la bética Munda (la Monda de hoy). Escogieron bien el lugar los centuriones romanos para el descanso y a lo mejor no fue casual que infligieran, inmediatamente después, sonada derrota a sus contrincantes. Y desde la Roma Imperial, o poco menos, el charco Azul o del Gato, ha servido para que los asentamientos humanos que aprovecharon el corredor entre el actual Campo de Gibraltar y la cercana costa para sus transacciones comerciales y actividades bélicas hicieran en él parada forzosa. Igual que hacen desde tiempo inmemorial los habitantes de los pueblos limítrofes para celebrar aquí comilonas, acontecimientos familiares y reencuentros amistosos.

El descubrimiento de las nuevas galerías se el de mayor calado de los verificados en casi medio siglo. Un mérito de estos intrépidos buceadores de sombras y heladas superficies rocosas jamás holladas que los benaojanos y rondeños debemos agradecer en cuanto que catapulta al mundo el conocimiento de un lugar tan natural como privilegiado.

Fotos: Senderismo y turismo rural y vikiloc.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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