En los años de la posguerra española – décadas de los 40 e incluso de los 50- cuando era aún un niño recuerdo las filas de menesterosos que se agolpaban ante la puerta de una familia acomodada del pueblo que con la ayuda de otras y de un grupo de voluntarios repartían a discreción platos de lentejas.
Acudían con escudillas que trataban de ocultar entre la ropa hasta el momento de acercarse al gran perol en donde habían hervido las legumbres a las que si acaso se les habían añadido algunos trozos de morcilla que eran celebrados por quienes habían tenido la suerte de encontrarlos en su vasija.
Mis padres me contaron que aquellas personan que pordioseaban el sustento habían sido labriegos y hortelanos que trabajando de sol a sol para que no faltase un plato caliente en sus casas se veían en una situación desesperada por la situación de predios yermos y ninguna asistencia social por parte del Estado. Aquellas escenas terribles del hambre me asaltaron en sueños durante muchos años.
En la provincia de Málaga cien mil familias necesitan ayuda para poder comer, siquiera una vea al día. Bancosol, Cruz Roja, Cáritas y otras instituciones se las ven y desean para atender a la muchedumbre que se agolpa a sus puertas. Inmigrantes, pensionistas y mujeres solas con hijos, pero también desempleados y desahuciados sin esperanzas en el porvenir acuden a diario por la ración: son estos últimos los nuevos pobres vergonzantes que gozaron de una situación pasable y que ahora se ven la necesidad de mendingar.
Drama que es más acuciante en los pueblos de la provincia: a la necesidad de recurrir a la ayuda hay que añadir la vergüenza que embarga a quienes habiendo gozado de posición holgada tienen que sufrir la mirada de quienes les conocen o que pertenecen a su círculo amistoso, lo que les obliga a acudir a pueblos limítrofes en donde mendigar el sustento sin que nadie les reconozca.
Me pregunto qué diferencia hay con aquellas décadas de infortunio y pobreza que parecían ya desterradas del todo. Temo que retornen los fantasmas que atormentaron mis sueños de la niñez.