Mano tendida a la Serranía de Ronda
José Becerra-Gómez
Elías Bendodo, presidente del organismo supramunicipal y figura bienquista del Partido Popular provincial se ha subió días atrás hasta las faldas montuosas serranas para visitar pueblos que en ellas asientan sus reales: de Alpandeire hasta Pujerra, pasando por Benadalid, Cartajima, Faraján, Igualeja y Júzcar, en esta época luciendo el verde manto de los castañares – el Bosque de Cobre en todo su esplendor – del que ahora se recogen sus suculentos frutos.
“Obras son amores y no buenas razones”, sentencia el dicho popular que muy bien se podía aplicar a furibundas invectivas que en pasados días se vertieron en algunos medios informativos malagueños sobre la escasas ayudas pecuniarias que la Diputación Provincial viene destinando a los pueblo de escasa significancia poblacional y económica en la siempre sugestiva Serranía de Ronda.
Los pueblos blancos de la Serranía que vienen despertando de su letargo económico y poblacional de siglos merced a la potenciación de sus atractivos naturales han encontrado en la Diputación malagueña un adalid que le tiende la mano para mejorar las comunicaciones que arrastraban décadas de insuficiencias y deterioros en sus trazados. Concienciados de que el turismo de interior es un arma eficaz para paliar las carencias de los pueblos que en la comarca serrana y rondeña se aglutinan, y teniéndose en cuenta que las ayudas a entidades municipales significan en palabras de Bendodo “un revulsivo económico que fomenta la creación de empleo”, las poblaciones de la Serranía no tienen por menos que agradecer a quienes hacen posible que salgan del marasmo que las atenaza desde décadas atrás.
Hay pueblos del entorno serrano que a trancas y barrancas mantienen legendarias formas de vida apegadas a los frutos del campo o de industrias chacineras más o menos florecientes, como es el caso de las que proliferaron y se mantienen, algunas con gran abolengo, y Benaoján o Montejaque son buenas muestras de este aserto. El otro puntal económico que despuntó no hace mucho tiempo y que se afianza por día es ese turismo rural eminentemente promovido por pequeñas empresas familiares que viene haciendo valer antiguos predios agrícolas instalando en ellos pequeños hoteles y paradores que vienen floreciendo como las margaritas en mayo por la aceptación que disfrutan por parte de aquellos foráneos que buscan la paz y el sosiego que los parajes serranos les brindan.