Benaoján: una fiesta chacinera sin parangón
José Becerra
Todavía está a tiempo hasta de regocijar su paladar con una fiesta, la de la Chacina, que se celebra en Benaoján los días 4 y 6. De paso deje atrás la ajetreada vida de las ciudades populosas y sus a veces insalubre atmósfera a la que estamos obligados a respirar que quieras que no. Venga a aspirar aires frescos y beatíficos de montaña y dese el placer de degustar apetitoso platos de embutidos preparados a la vista de todos con el buen hacer de “menuderas” (así se llamaban antiguamente a las mujeres que iban al río Guadiaro a lavar concienzudamente los mondongos de los cerdos sacrificados para aprovechar sus tripas), que hacen gala de un oficio secular en el pueblo transmitido de madres a hijas sin solución de continuidad. Así lo recalca ufana la alcaldesa, Soraya García, quien ha tenido a bien recalcar la tradición artesanal de los productos benaojanos que ganan adeptos por día y que conquistan sin reservas los paladares de los sibaritas del buen comer y beber de la provincia malagueña y del resto de Andalucía.
Si existen muchas razones para dejarse caer por Benaoján, el singular pueblo blanco de la Serranía a un tiro de honda de Ronda por sus múltiples atractivos como son un paisaje único de montaña, y un par de cuevas que sirvieron de morada a remotísimos antepasados prehistóricos – las del Gato y la Pileta, asombro perenne de propios y extraños-, los cuales nos dejaron sus modos de sentir el entorno y las ansias de aprehender el misterio de la vida mediante el arte animalista y a veces críptico que han perdurado hasta nuestros días. Si todo este atractivo se suma ahora el de la Fiesta de la Chacina, no podría encontrar mejor momento para la visita.
La Fiesta de la Chacina de Benaoján, que ahora estrena su décima cuarta edición, es el mejor escaparate con el que puede contar el pueblo a la hora de mostrar las exquisiteces gastronómicas que aquí se fabrican desde siglos atrás. Merecen ser recordados la nómina de los pioneros de la industria chacinera que en su día asombró el mundo y no conoció fronteras; Curro Sánchez, Rafal Carrasco, Manolo Melgar, Manuel Carrasco – éste antiguo cacique del pueblo y figura preeminente entre la vecindad- y Victoriano Aguilar, entre otros destacados chacineros de antaño convertido en un centro industrial preeminente pese a lo exiguo de sus habitantes. Hoy son otros fabricantes los que recogieron el testigo de los vetustos fabricantes mencionados: novísimas fábricas hicieron acto de presencia y están alzando la marca de Benaoján hasta cotas inimaginables.
Varios miles de visitantes se anuncian para asistir a le edición de esto festejo que brinda la ocasión y saboree platos tan insólitos como los choricitos al vino o los molletitos de “pringá”, amén de lchorizos fritos, orondas morcillas, lomo en manteca, embuchado y un largo etcétera de productos que ofrecen ese animal hozador del que se dice gustan hasta los andares, amén de otras delicateseen del mismo pueblo o de los adyacentes (Montejaque sobre todo), que tanto pueden presumir de sus elaborados tradicionales, en un espléndido muestrario que tendrá principal asiento en la plaza de la Iglesia del Rosario: es lo que el visitante puede encontrar y degustar, acompañado de actuaciones artísticas, música y diversión a gogó.
Venga a Benaoján estos días y disfrute de un espectáculo culinario único. Vea cómo se fabrica la chacina paso a paso y cómo se dan mañas las operarias para preparar unos suculentos platos. Luego déjese ganar por el paisaje bucólico de su entorno: Sierra de Líbar, majestuosa, coronada en su parte más oriental con las enigmáticas Cruces Blancas; las Canchas, telón de fondo pétreo; el Tajo del Zuque, colosal; o el imponente trasfondo del Picacho del Rayo o Conio, nebuloso en la lejanía. Fueron mudos testigos todos del paso vacilante del Neandertal, o también del Homo Sapiens que por aquí anduvieron en el pasado nebuloso de los tiempos.
Haga acopio a renglón seguido de la mejor chacina para llevar a casa o para agasajar a sus amistades: seguro que se lo agradecerán. Lo dicho, una fiesta por todo lo alto. Para comérsela.