Manuel Alcántara, 90 venturosas primaveras
Estimado Don Manuel: Acaba de cumplir usted una edad redonda que para sí quisiéramos muchos mortales. Llegar felizmente a nonagenario no es algo de lo que puedan enorgullecerse la mayor parte de lo que seguimos empeñados en no abandonar este mundo. Hay que felicitarle por esta longevidad suya que tantos momentos de complacencia nos ha proporcionado desde esa atalaya de SUR en la que plasma cada día su proverbial manera de entender la vida y la sagaz exegesis del acontecer diario. Trasladarlo al papel escrito con lo que nos regodeamos sin reservas sus seguidores, es algo que de veras les agradecemos. Usted, admirado Don Manuel, posee un don inefable, que no es otro sino aquel que puede proporcionar a cuantos buscan su artículo diario el distanciarse de la cotidianidad del acontecer tantas veces tedioso de la vida o que puede exacerbar nuestro sentir. Sus líneas diarias no soliviantan, sino que serenan; no entristecen, sino que alborozan; no enturbian, sino que iluminan las entendederas de cada cual para calibrar cuanto de interés nos asalta cada día y concita nuestra atención para bien o para mal. Iluminados por el prisma de su opinión diaria encaremos los acontecimientos diarios plasmados en las volanderas hojas del periódico de manera diferente: restamos acrimonia a las noticias sobre hechos aciagos y nos mostramos indulgentes sobre los desabridos pareceres de nuestros políticos. Razón por la que nos encaramos cada día con su columna antes de sumergirnos en la vorágine de noticias y escritos que el diario en cuestión nos ofrece. ¡Larga vida, don Manuel, para su gozo y nuestro deleite al leerle cada día! ¡Feliz cumpleaños!