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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Desbandada en la Serranía de Ronda

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Desbandada en la Serranía de Ronda

JOSÉ BECERRA

La huida de la comarca la protagonizan desde un tiempo a esta parte los jóvenes que buscan con ahínco nuevos y más halagüeños horizontes para sus vidas.

   Los índices demográficos de los pueblos de la Serranía de Ronda asustan. Las pirámides de edad de todos y cada uno de ellos mantienen constantes idénticas. La base, que recoge los nacimientos y el crecimiento de la población infantil pierde referentes todos los años, y en cambio, la cúspide que habla de la población anciana aumenta implacablemente. Los entrantes de la pirámide que hablan de la población joven, madura y activa acusan la despoblación incesante. Se abandonan los pueblos para residir en la costa que es donde se encuentra más fácilmente trabajo y la tendencia se hace más pronunciada cada vez. Los núcleos rurales se despueblan a ojos vista y de aquí a la postergación definitiva de la Serranía y al abandono de tradicionales de sistemas de vida seculares y recursos económicos tradicionales tienden a desaparecer.

   Alternativas a la panorámica incierta de la supervivencia de la Serranía amenazada por la sangría demográfica que asola sus pueblos, existen sin duda; una sería la mejora de las comunicaciones con la Costa del Sol. Las ventajas de una vía alternativa a la actual carretera de San Pedro, que en su día supusieron un significativo adelanto para la mejora entre la Ciudad del Tajo y el territorio costasoleño, necesita urgentemente de un nuevo impulso.    La obra no deja de ser compleja y exigiría la construcción de viaductos y túneles, alguno de particular longitud como el que podría atravesar a la Sierra Bermeja. Pero obstáculos más difíciles se han salvado. Y proyectos que parecían productos de la calenturienta imaginación de utopistas o de las ensoñaciones de una noche de verano se contemplaron que adquirían cuerpo y se hacía realidad.

    Vías de comunicación deficientes y despoblación de parte de su territorio son dos elementos que se dan la mano hoy por hoy  en el acontecer de buena parte del ancho solar de la Serranía de Ronda. Ciertamente abrupta, pero que propicia el  asentamiento de paisajes sublimes y costumbres ancestrales que no tienen por menos que causar admiración cuando no embeleso de los sentidos. Elementos estos últimos que significan una cara de la realidad que desde siempre cautivó  a cualesquiera que la anduviera;  el otro cariz, más negativo, es el la de la certidumbre  de las deficiencias en comunicaciones que hasta ella nos aproximan o que desde aquí  nos conduce a territorios limítrofes. Todas estas deficiencias suman como resultado ineludible una despoblación exacerbada por días de quienes la abandonan para recalar en territorios más bonancibles para el sustento de cada día.

  Alternativas a la panorámica incierta de la supervivencia de la Serranía amenazada por la sangría demográfica que asola sus pueblos, existen sin duda. Una sería la mejora de las comunicaciones con la Costa del Sol. Las ventajas de una vía alternativa a la actual carretera de San Pedro, que en su día supusieron un significativo impulso para la mejora entre la Ciudad del Tajo y el territorio costasoleño, necesita urgentemente de un nuevo estímulo.

   La obra no deja de ser compleja y exigiría la construcción de viaductos y túneles, alguno de particular longitud como el que podría atravesar a la Sierra Bermeja. Pero obstáculos más difíciles se han salvado. Y proyectos que parecían productos de la calenturienta imaginación de utopistas o de las ensoñaciones de una noche de verano se contemplaron que adquirían cuerpo y se hacía realidad.

   El hecho es innegable. Los jóvenes abandonan terruños rurales atraídos por el trabajo y los altos sueldos de la construcción o los servicios en la costa. Se instalan en los municipios costeros y aquí ansían echar raíces porque “cada uno es de donde le dan de comer”, que dice el sabio refranero serrano. Antes que ese hecho se haga definitivo e irreversible pongamos “pies en pared” – otro dicho rondeño para dejar sentado que contra algo hay que oponer férrea oposición – y procuremos que nuestros jóvenes trabajen en la costa pero vuelvan cada día a dormir en el interior. Los pueblos rondeños, ¿pueblos dormitorios? Y, ¿por qué no? Peor sería que fuesen pueblos muertos, como puede desdichadamente ocurrir.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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