Con harta frecuencia el parecer y los discursos de los políticos sobre uno u otro asunto, del cual en espacio poco menos que “ en horas veinticuatro” se desdicen, nos llena de asombro.
Eso nos hace dudar de sus intenciones de un primer momento, y si es su sentir el primero o los es, por contra, el de la última alocución emitida. Su habilidad para decir algo y lo contrario nos descoloca y nos hace dudar y mucho de la honestidad de sus intenciones.
Acaba de ocurrir con la medida decretada por los populares con la que se permite que los que hasta ahora defraudaron a Hacienda puedan ponerse al día con la entidad mediante el pago de un 10% por ciento de los caudales que se cuidaron muy bien de mantener en la sombra. Una “desconcertante´ medida, como acaba de tildarla Financial Times, por darle alas a los nuevos tramposos.
La cuestión es que, hasta ayer mismo, cuando estaban en la oposición, despotricaron contra los socialistas por considerar la medida injusta y antisocial – Cospedal lo dejó blanco sobre negro de una manera clara y contundente-.
Es lo que tienen las hemerotecas: sacan a la luz afirmaciones que deberían hacer sonrojar a quienes con manifiesta discordancia donde dicen digo… Pero, claro, sería mucho pedir a muchos de los políticos es que sean coherentes. Pero ni se sonrojan, oiga.