En la Serranía de Ronda, el Santo del Pozo no puede ser otro que el evangelista San Marcos, desde siglos atrás Patrón de Benaoján, pueblo que se esponja a place en el Valle del Guadiaro, a un tiro de honda de la Ciudad del Tajo. Este pueblo inmerso de lleno en la Serranía de Ronda, puso en pie una industria chacinera de alcance en el mercado nacional y en el internacional. Disfrutando de todos los elementos ambientales que sirvieron para consolidar el prestigio de los embutidos benaojanos – chorizo frito en manteca “colorá”, lomo y morcilla tipo rondeño- a saber, airecillo fresco y seco para apretar las carnes de los productos elaborados y conceder al jamón serrano un aroma y sabor inconfundible. Productos todos apreciados por los sibaritas de hoy del buen comer merced a que la sierras y sus influencias permanecen inalterables y siguen suministrando el entorno salutífero necesario para su conservación hasta ofrecer platos genuinos de estos lares
¿Y de dónde viene lo “del Pozo? Cualquiera de los vecinos de Benaoján podría explicarlo dando pelos y señales.Corrían los años primeros del pasado siglo… Una sequía feroz castigaba al pueblo, y dueños de pequeñas hazas de labor de cuya producción vivían muchas familias – los embutidos aún no habían alcanzado el prestigio que catapultaría al pueblo al exterior -, labriegos y hortelanos de ocasión, miraban al cielo que se mostraba esquivo: las ansiadas lluvias primaverales no acababan de llegar. Se le ocurrió a la feligresía, aprovechando que se celebraba la fiesta del Patrón San Marcos, llegar en procesión hasta un pozo ubicado en las cercanías del pueblo, que lo mismo servía para apagar la sed del caminante que de abrevadero para animales. Llegado al pozo en cuestión se alzaron voces en dirección al santo mecido en su peana por robustos mozos. “¡Mira mis garbanzos, que se mueren de sed!”, o “ ¡Mira mi trigo, que está enclenque y seco!”…. Para acabar con un rotunda admonición que ha llegado hasta nuestros días y que son santo y seña de los benaojanos: “! San Marcos bendito, Patrón soberano, como no nos mandes agua al pozo te echamos!”. Puede variar la letra, pero no el sentido de la entre sagrada e irreverente petición.
El pozo del evangelista fue imprudentemente destruido por una antigua corporación municipal obcecada con un plan de ordenamiento urbano que necesitaba tener el camino expedito para el ensanche del pueblo. Craso error. Tuvieron la infantil ocurrencia de sustituirlo por otro de obra moderna, que ni por asomo se parece al primigenio. No obstante la súplica se quedó para el recuerdo.
Por lo demás, los días del fin de semana que van del 24 al 26 – el 25 es la procesión, a medio día como es inveterada costumbre, en medio de una impresionante “cohetada “– son de comilonas y cuchipanda. Para los visitantes que suelen serlo por centenares se organizan degustaciones gratuitas de los productos del lugar. Una ocasión pintiparada para visitar este pueblo hacendoso que ha sabido poner una “pica en Flande” por sus elaborados chacineros que hoy por hoy son apreciados en m