El grito jubiloso de antaño: “¡Vente a Alemania, Pepe!”, que estuvo detrás de una estampida humana hacia el solar germano en los años 50 y 60 se ha sustituido ahora, en plena hecatombe económica, por otro, que a tenor de quienes lo profieren y de a quienes va dirigido, intenta animar a otro sector bien distinto de la población española: “¡Véngase a Alemania don José!”.
Al primer grito respondieron sobretodo braceros del campo, gente sin oficio determinado, jornaleros de surcos y secanos como poco antes los había llorado el poeta Miguel Hernándes: “Asturianos de braveza, valencianos de alegría, castellanos de alma, andaluces relámpagos, nacidos entre guitarras y forjados en los yunques torrenciales de las lágrimas…”.
En la Serranía de Ronda el cambio del estamento rural fue concluyente. Ha pasado el tiempo y se produce otra llamada: la de Frau Merkel que no va dirigida particularmente a los emigrantes trashumantes de maletas de cartón y madera y el chorizo del pueblo envuelto en papel de periódico. La invitación es para otros, aunque tampoco se hagas ascos al jornalero español.
Hoy, la llamada va dirigida a los jóvenes que culminaron estudios universitarios o profesionales.
Saben en Alemania de su valía, de su concienzuda formación – pese a los fallos garrafales en el sistema educativo español – y las grandes empresas teutonas confían en ellos.
Algo que debería animar a quienes, siendo capaces, engrosan las filas del paro y no de atreven a dar el gran paso hacia otras regiones latitudes. Otros, sin apenas estudios primarios lo hicieron, y solucionaron la incertidumbre de su futuro.