Foto:Diario SUR
“La Serranía”: sin pausa en su brillante trayectoria
Después de algunos meses en los que la editorial “La Serranía” ralentizó su quehacer por motivos que no vienen al caso, lo cierto es que hoy por hoy recobró la plena actividad de antaño. No se arredró José Manuel Dorado por los inconvenientes surgidos en los últimos años y sin pausa alguna volvió a la actividad con mayor celeridad y ahínco. Siguen funcionando las cizallas de papel, las plegadoras y las encuadernadoras, si no al mismo ritmo que años atrás, sí con asiduidad y sin desmayos. El editor viene dando buenas muestras de su buen hacer y los libros sin tregua siguen volviendo a los escaparates y stands de librerías.Sin pausa ni tregua la impresión de ejemplares continúa, lo que es una buena noticia que es un deber resaltar. La constancia y bien hacer de este editor, que ha sabido crecerse ante las dificultades es un ejemplo a seguir por todo aquel que se empeña en llevar a cabo una difícil tarea – “escribr un libro en España es llorar” se dice con razón, pero también lo es imprimir poniendo a prueba tanta tenacidad y empeño- algo de lo que puede ser gala José Manuel.
Ronda, alta y señorial, no se concibe sin algunos de los aspectos que fueron labrando su trayectoria histórica, social, política y económica. Sin sus palacetes linajudos, conventos recatados, vetustas iglesias y edificios solariegos no sería Ronda, si no otra ciudad ilustre de las muchas que se levantan en el viejo solar de la Andalucía antigua y moderna, pero no Ronda.
Tampoco sería la Ciudad del Tajo, ni la del Puente Nuevo, ni la de la Puerta de Almocabar, ni la de los Baños Árabes si algunos de estos monumentos le faltaran o no se hubiese recogidos por panegiristas ilustres y avezados relatores de tanta belleza encerrada entre sus murallas o en el largo recorrido de calles y avenidas históricas.
Y por supuesto sería otra sin el Templete de la Virgen de los Dolores, la Posada de las Ánimas, la Fuente de los Ocho Caños o el Palacio del Rey Moro y la Mina…, por no mencionar sino de pasada todo aquello que la impregna y da sentido a su genuina apariencia. De toda esta riqueza monumental y entrañable la editorial La Serranía se hizo eco facilitando la publicación de obras cuyo contenido respondía a ese ideario variopinto de dar a conocer a los cuatro vientos cuanto de magnificente se encerraba en la Ciudad Soñada del poeta Rainers María Rilque, inmortalizada expresión que de tan de manera cierta evoca sus encantos imperecederos.
Otro tanto se podría decir de las verdades y leyendas que se tejieron en torno a sus caminos transitados por avezados contrabandistas y bandoleros célebres, y que hoy componen el caudal mundialmente reconocido que alimenta el conjuro de la Ronda romántica. De todo ello se hizo puntualmente eco la editorial La Serranía dando cabida a los manuscritos de una pléyade de autores oriundos de la Serranía o avecindados en ella, que recalaron en la realidad cambiante e insólita de la ciudad y su entorno.
Historiografía, pues, y personajes célebres, gastronomía, costumbres, arte, tradiciones y, sobre todo la descripción de paisajes, senderos, vericuetos y caminos laberínticos e imposibles fueron perfilando el catálogo de una editorial, paradigma de empresa familiar, que trató con la mano de sus autores, de ahondar- y lo logró con creces – en el meollo de la Ronda eterna impasible al paso de los siglos en estos aspectos, pero cambiante en cuanto lo imponía el desarrollo vivido en los últimos tiempos sin anclajes en el pasado.
Decía más arriba que existen razones en Ronda para diferenciarse de cualesquiera otras de las ciudades andaluzas. Si careciera de alguno de los aspectos que la hacen única habría que hablar de otro espacio distinto. La Serranía, como editorial pujante, forma parte ya de esa tablazón que labró la peculiaridad de la ciudad del Tajo y la catapultó al resto de España y me atrevería a decir que a medio mundo.
En otras palabras, sin La Serranía y su colaboración a dar a conocer lo intrínseco de la ciudad y su zona de influencia la ciudad rondeña perdería una de sus señas de identidad más conspicuas. Algo de lo que todos deberíamos estar agradecidos. La Serranía pisa firme antes como ahora en el terreno de la impresión de libros, algo de lo que puede hacer gala su editor que sigue mostrando su labor con honradez, ahínco y una entereza profesional digna de encomio.