Foto de Planetario
Clamor para salvaguardar el planeta
JOSÉ BECERRA
Quienes peinan canas, y sobre todo los políticos que ahora nos dirigen o los que piensan hacerlo merced a las elecciones que ya están en puertas, dicen muy poco o nada sobre el peligro que acecha al planeta por las vicisitudes que es más que probable que sufra de aquí a nada. Ha levantado el grito la gente joven, esa que ha de enfrentarse con una decadencia anunciada. Quien tenga voz que grite y quien tenga vista que vea parecen clamar: nuestro planeta, tan fustigado sin mesura, muestra signos de resquebrajarse. Contra la evidencia del cambio climático – esa DANA o Gota Fría que ha sacudido a España hace apenas un par de semanas son buena muestra de un anticipo de un nefasto porvenir.
Hemos jugados con los nombres en ese prurito de mantenernos acordes con los nuevos tiempos: unos prefieren la denominación de siempre – “gota fría” -, y otros con muchas dotes de presunción prefieren endilgarle el apelativo de DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), que significa lo mismo y que nos hace como más sabihondos. Sea como fuere, los resultados son los mismos: lluvias torrenciales, fruto del choque de un aire frío polar con el más caldeado del Mediterráneo, que se llevan por delante todo lo que pilla a su paso.
La pregunta sin respuesta campea en el aire: este temporal dislocado que ha sufrido media España ¿se debe o no al cambio climático del que nos avisan voces expertas y autorizadas?No hay respuesta. Lo que sí se constata es que no estamos preparados para esos avatares ciclónicos que nos abaten: lluvias torrenciales en unos lugares y sequeral y tierras desérticas en otros.
Si hay un desafío latente para el mundo que habitamos es el de cambio climático que amenaza con destruirlo sin contemplaciones. Un desafío en toda regla al que se debe hacer frente sin excusas ni tardanzas. No vale cruzarse de brazos y verlo venir sin mover un dedo para esquivarlo. Por fortuna hay quien ve el peligro inminente que nos amenaza y se pone manos a la obra para esquivarlo o atenuar sus efectos en lo posible. Algo que exigirá un esfuerzo sin precedentes por parte todos los que habitamos este mundo que ahora se enfrenta a un problema pavoroso para el que no vale cruzarse de brazos. Respondiendo a esta terrible realidad que nos acosa se organizó la Cumbre del Clima el pasado 23 d septiembre en París, el cual culminará con la huelga mundial del día 27, que vendrá a ser un clamor contra este peligro inminente que nos acecha. Un flujo insoslayable debido sobre todo a la gente joven, sabedores de que son ellos los que sufrirán sobre todo las consecuencias del peligro latente que nos acecha. Han puesto la mira en quienes desde los altos estamentos de los respectivos Estados tienen el deber y la obligación de protegernos, y, como no, para disuadir, en quienes a gran escala – empresas, ciudades populosas, corporaciones energéticas, químicas, transporte internacional y un largo etcétera – no cumplen con los requisitos exigidos para que no se echen en saco roto los Objetivos de Desarrollo Sostenible y del Acuerdo de París. En su defensa se han alzado – bandera verde en ristre – estudiantes de todo el mundo con el objetivo de despertar del letargo hoy evidente de líderes políticos de aquí y acullá insensibles ante el acuciante problema con el que se enfrenta la Humanidad.
Ante un pavoroso problema como el que nos amenaza sobran acuerdos que a nada llevan o con declaraciones grandilocuentes en las que el contenido que podía requerirse brilla por su ausencia. El movimiento contra el cambio climático no será `posible si los políticos y las instituciones no arbitran firmes compromisos y objetivos claros para hacerle frente con decisión y en fechas concretas. Mucho nos jugamos en el empeño. Y el clamor de los más jóvenes que enarbolan banderas de todos los países implicados para hacer frente al candente problema que nos amenaza no debería quedar en saco roto. La Humanidad se rebela y nadie debería permanecer impasible ante su clamor.