Lo logró. Enrique Jiménez, más conocido como Mocito Feliz, al fin, no tuvo que “chupar cámara” subrepticiamente. Es más, las cámaras dispuestas a captar su imagen bonachona y ufana tuvieron que esperar a las puertas del Cervantes porque el Mocito, ¡Oh paradoja! llegó con retraso a la sesión de fotos en la cual él era protagonista indiscutible.
Se permitió ese lujo. Si había estado esperando toda una vida para ese momento, bien valía hacer esperar a los que debían captar su mofletudo rostro, que hasta ahora no había hecho sino colarse detrás del famoso turno para dejar constancia de su presencia. Tras el torero de tronío, del político enjuiciado, de la estrella del celuloide… Cualquier acontecimiento populachero y multitudinario le pareció bueno.
Hasta ahora, cuando se ha convertido en el protagonistas del documental de Ignacio Nacho `El famoso desconocido”.
Pisó la alfombra roja del festival de cine malagueño y no creo que en ese momento no hubo en el mundo nadie más feliz. En la Cala del Moral, donde vive, todos le conocemos bien. Nos sonríe – sonríe a todo el mundo –en la calle, en la parada del autobús, en la panadería… El Mocito Feliz, gracias a la magia del cine es desde hoy un poco menos desconocido. Y, desde luego, más dichoso que nunca.