Incongruencias
Se impone, como en cualesquiera otras actuaciones, ya personales, ya de grupos aquello de “dar tiempo al tiempo”, o sea verlas venir y no adelantar juicios que pueden ser temerarios. Sin embargo, no hay que ser un avispado observador de la cotidianidad de la vida política aquí y ahora, para pensar que las primeras muestras del recién constituido gobierno puede sufrir quebrantos en su andadura. Lo de menos es que su talante sea de izquierdas y de coalición, que eso está previsto en la Constitución que en su día nos dimos los españoles, sino en la escasa consistencia que ofrecen sus apoyos parlamentarios.
Ni por asomo la constitución del esplendente y abultado Gobierno de Sánchez, que se nos ha dado a conocer, parece dar cumplida cuenta de los momentos que atraviesa nuestra economía. No se antoja que atienda hacia momentos críticos que para sortearlos exigirían una austeridad que ha brillado por su ausencia en su constitución. El despliegue no deja de ser notorio: bajo la aureola del presidente nada menos que cuatro vicepresidencias (algo insólito hasta el momento, sin contar con la presencia de Iván Redondo, ese gurú de cabecera del ya presidente,) y alrededor de una veintena de ministros, amén de los acólitos necesarios que estos últimos exigen de entre otra sinecuras las que vienen a sustentar las tareas de sus adscritos (secretarios, subsecretarias y directores generales, etc.) y demás cohorte, dependientes de cada ministerio. Se echan cuenta y no bajan de la veintena de millones de euros los que vendrán a sustentar el ciclópeo equipo administrativo estatal. No resulta improcedente que ya se venga a calibrar eñ Gobierno que ahora comienza o su andadura como el más caro hasta ahora de la historia cercana.
El ciudadano de pié, atónito ante este hecho que le hace pensar por fuerza que nada tiene que ver con la austeridad que se podría exigir ante tiempos nada bonancibles en lo que que toca a la economía del país sobre el que planes tiempos difíciles y la sombra alargada de la crisis, como que no ve con buenos ojos ese despilfarro que supone la estructura del novísimo gabinete que ahora toma cuerpo. Nada menos que 23 carteras ministeriales, y tras ellas una pléyade de funcionarios que habrán de costar a las arcas públicas unas millonadas de euros. Un montante colosal que no puede por meno que crispar los ánimos de quienes, a remolque de analistas del momento, barruntan la proximidad de una recesión económica, de la cual no dudan en afirmar que sin será tan virulenta que la que padecimos años atrás, exigiría contención en el gasto y, por descontado, eludir exagerados dispendios.
Para contrarrestar este posible marasmo en las arcas del Estado no resulta aventurada pronosticar que seriamos los ciudadanos quienes pagaríamos a la larga el desfase con una subida de impuestos. Algo que ya se vislumbra en lontananza, y que significaría una evidente incongruencia con los postulados que esgrimen quienes desde ahora nos gobiernan, y que parecen mirar hacia el bienestar de la ciudadanía.