¿A quién le puede extrañar que la confianza de los españoles esté no por los suelos sino por los subterráneos?
Campa por doquiera la desconfianza sobre la desastrosa situación económica con la que nos desayunamos cada día. Superó los 53 puntos la caída de los consumidores y el 80% de los encuestados en abril admiten que estamos en peor situación que años atrás.
¿ Y cómo no ser pesimista y augurar un futuro negro si se nos exigen sacrificios que hoy son más que ayer y menos que mañana? Se nos arrebatan derechos que creíamos intocables en Sanidad ( copago, y lo último, la exigencia en Cataluña de que los pacientes hospitalizados abonen 5 euros por día de permanencia en el centro, algo que pronto se trasladará al resto de las comunidades, si no al tiempo), recortes en prestaciones por jubilación y Educación, peaje en autovías, IVA aumentado… Y el trabajo, una entelequia para casi 6 millones de personas.
España, como nación, menospreciada, si no ahí están los despojos perpetrador por Argentina y Bolivia, que se ponen por montera aquello de la Madre Patria. Regeneracionistas y su credo “reconstrucción del interior del país”, eso es lo que necesitamos. Como Joaquín Costa, en el pasado siglo, que renegó de una política claramente equivocada. O Azorín y su proclama: “Había que intervenir”.