No son maneras. Aunque le asista toda la razón del mundo, esa afirmación de no irse de la asamblea de Unicaja “porque no me da la gana” deja mucho que desear democráticamente hablando.
Juan Fraile, que ocupó en su día los cargos de alcalde en Ronda y presidente de la Diputación de Málaga dejó muestras de su buen hacer en ambas instituciones, con los aciertos y errores propios de los humanos, de los que nadie se libra. Por esta razón no se entiende bien esa frase que en boca de un político avezado, ante la tesitura de abandonar un cargo, aunque sea legítimamente ostentado, chirría claramente en los oídos de los que la perciben. Resulta algo así como la rabieta de un niño al que se le despoja de algo que cree le pertenece, y contesta destempladamente.
Cierto que no es el único que pretende aferrarse al cargo cuando todo indica que ha llegado la hora de la despedida: lo hicieron y hacen otros impunemente (aunque uno piensa que la fusión de financieros y políticos no deja de ser algo espurio). Pero, repito, son los modos los que en este caso desentonan.