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José Becerra

La provincia a vuelapluma

Cordura y calma

 

Nurse wearing respirator mask holding a positive blood test result for the new rapidly spreading Coronavirus, originating in Wuhan, China

 

Cordura y calma

JOSÉ BECERRA

El  miedo en la población a causa del malhadado coronavirus es evidente en todas las capas de nuestra sociedad. No es para menos. Sin embargo, se impone atemperar el ánimo. El pánico es inevitable y se constata que se ha instalado en nuestra sociedad, por lo que no  vendría mal que  serenásemos el ánimo.  Se encuentra éste ciertamente exacerbado en un prurito de mantenernos alejados de la pandemia – ya es hora de que se reconozca por su dilatada extensión  – que tiene más visos, sin embargo, de ser más que mortal, que lo es en verdad por el número de fallecidos, pero sin exageraciones superfluas a remolque de los ditirambos de los medios informativos.

  Si sondeamos en nuestra más reciente historia, en la del pasado año sin ir más lejos, constataremos que la gripe estacional se llevó por delante   a más de  cinco mil personas. Bien es verdad que las muertes se asociaron a otras enfermedades padecidas por quienes sucumbieron, pero ni de lejos provocaron el caos que ahora estamos viviendo con un número de muertes de manera exponencial mucho menor. Aquí y ahora. el reconocido COVID-19 de los demonios ha causado alrededor de una treintena de víctimas mortales, y de resultas de ello  se cierran colegios a cal y canto provocando un sinfín de sentimiento manifiestos, amén de otros no menos drásticos: los niños sin clases habrán de quedar al cuidado de los abuelos, esos que hasta ahora resultan cebos propicios para la afección que nos abate.

   Un peligro latente es que el miedo generalizado provoque la anarquía con el consiguiente colapso en los centros hospitalarios, sin contar con que la actividad económica languidezca, algo que nos llevará, y con razón, a culpar al Gobierno del desbarajuste en el que nos encontramos, con el consiguiente atasco de la economía a resultas  del maremagnun  organizado. Ante esta latente situación hay que hacer de tripas corazón y recurrir al sosiego y la entereza. Se aconseja por parte de quienes de estos episodios de alarmas generalizadas saben mucho que es preciso seguir el ritmo normal de nuestras vidas: alarmados sí, pero no derrotistas ni desalentados.

   Se avisa, y no son traidores los que lo admiten, que va a ser la economía del país la que sufra con intensidad manifiesta el aprieto en el que nos debatimos. Consecuencias como el aumento del paro o un empobrecimiento generalizado otean como negros nubarrones sobre nuestras cabezas. Por ende, se imponen la cordura y la calma. Atravesamos una seria crisis nacional en lo que toca a la salud pública- negar esta evidencia sería del todo irracional – , pero lo peor sería que se le sume otra no menos virulenta: la de  las administraciones públicas y los políticos del entorno dando palos de ciego para atajar el mal.

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Sobre el autor

Nacido en Benaoján, 1941. Licenciado en Lengua y Literatura Española por la UNED. Autor de varios libros. Corresponsal de SUR en la comarca de Ronda durante muchos años.


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