A tenor de la opinión generalizada surgida tras el anuncio de Rajoy del mayor ajuste de la historia es que España es un barco a la deriva cuyo capitán ha perdido el norte y da bandazos a merced de los elementos.
Cada momento se nos antoja que es el peor que el inmediatamente anterior y tememos que llegue el próximo para hundirnos más aún, por muy a merced que ahora estemos a los designios de Bruselas. Se intenta salvar a los bancos y al resto, los menos favorecidos por la diosa Fortuna, nos impelen por un camino sembrado de abrojos.
Un IVA inexorable nos va a apretar las clavijas más si cabe; los funcionarios gimen por una medida a todas luces injusta; a los parados se les recortan las prestaciones; la industria del turismo, de la que buena parte de Málaga vive se tambalea y no se acaba de embridar a las Comunidades Autónomas, el cáncer que nos corroe.
Y para más inri, incólumes las televisiones públicas, el Senado, y la multitud de asesores que se afierran a quienes por su parte se afanan en permaneceren el poder a toda costa.