Así nos describen pueblos y paisajes idílicos que hay que visitar a toda costa, aunque lo que nos apetezca es tumbarnos en la hamaca o el diván de la salita en pura holgazanería para desquitarnos del curro diario y no ir al campo a espantar mosquitos, o al río que nunca es tan cristalinos como nos los retratan, y las más de las veces está infectado o dormir en un albergue rural en el que tiritamos de frío en invierno o nos asamos de calor en verano.

Se ocupan mucho de hacernos más comedidos en nuestras relaciones con los demás y abundan en consejos sobre cómo frenar nuestra irascibilidad innata, o cómo combatir la depresión, mal que se está extendiendo más de la cuenta en proporción inversa al incesante decrecimiento de los puestos de trabajo, látigo que a tantos nos fustiga.

   Consejos para todos los gustos, ya digo. Para mantenernos en forma, que nos estamos volviendo con los años tripones y rechonchos; para cocinarnos un plato rápido y sustancioso cuando nos encontramos sólo en casa, y barato, que eso es muy importante con los tiempos que corren; para ligar al sexo contrario; para entender los entresijos del momento político; para saber qué hemos de hacer con los pocos cuartos de que disponemos, ahora que la banca anda de capa caída. Consejos para todo. Hasta para bien dormir. Nada mejor para agradecer.

 ¡Ah, el sueño, que vivifica y nos administra nuevos bríos para proseguir la lucha diaria! “Bien haya quien inventó el sueño, balanza y peso que iguala al pastor con el rey, al simple con el discreto”, pone en boca del Quijote, Miguel de Cervantes. ¡Y es tan cierto! Empareja, igual que la muerte, al villano con el señor, al niño con el adulto, al hombre y a la mujer…Es un remedio que todos obtenemos sin nada a cambio, gratuito, sin  la mediación de médicos ni curanderos.

Es el sueño el que hace posible que, una vez sumido en él, echemos fuera la fiera que siempre llevamos dentro. Su beatitud entusiasmó siempre a escritores y poetas: “¿Será verdad que cuando toca el sueño con sus dedos de rosa nuestros ojos, de la cárcel que habita huye el espíritu en vuelo presuroso?”, cantó G.A. Bécquer, enamoradizo y romántico por antonomasia.

También fue objeto de atención de los filósofos que buscaron en él correlación clara con la muerte, porque “ el sueño no es más que una muerte breve, y la muerte un sueño prolongado”, acotó Epicuro, que debía saber mucho de estas cosas relativas a Morfeo, dios del sueño.

  Foto: El sueño, de Mariano Fortuni (Arte historia) 

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