Parte de nuestra izquierda política, que no toda, toldo hay que decirlo, se ha pasado en suspicacia varios pueblos. Al envío de una inocente postal del presidente del Congreso, Jesús Posada, enviada a sus señorías sin distinción de ideología, como es presumible que debería ser dada la índole de las fiestas que se nos han venido encima con su derroche de iluminaria, han respondido algunos destinatarios poco menos que con denuedos.
¿Qué es eso de felicitar, sin hacer la pertinente exclusión, a lo señores que sientan sus posaderas en el lado izquierdo del hemiciclo, con una tarjeta que reproduce nada menos que un Belén? ¡ Hasta ahí se podía llegar! “Las imágenes “religiosas” deben guardarse para “momentos de intimidad personal”, ha afirmado el portavoz de la Izquierda Plural. Joan Coscubiela, el cual ha demandado “respeto”. Y se ha quedado tan pancho.
Cabe preguntarse en qué país tramontano vive este vociferante diputado que echa en olvido el trasfondo cultural de estas fiestas más allá de simpatizar o militar en una u otra ideología.
Además de ser una costumbre con profundas raíces en España que por mucho que se empeñen los discrepantes no va a desaparecer jamás. Ya lo intentaron otros en los tiempos de la última República y cosecharon un absoluto fiasco.
Al hilo de este esperpéntica actitud del político catalán, hay que reconocer que también sorprende que Posada se haya disculpado por el envío postal como si hubiese perpetrado un acto execrable. No nos parecere que tuviese que hacerlo de ninguna manera.